Una de las más célebres frases del emperador romano, del que no estaría mal recordar –de vez en cuando– algunas palabras que retratan (incluso hoy en día) muchas circunstancias que nos rodean.
Ese ‘veni, vidi, vici’ (vine, vi, vencí) es la máxima que se aplican algunos soberbios cuando creen que todo el campo es orégano, que están por encima del bien y del mal, como suelo decir muchas veces, paletos vestidos de limpio. Pero no son para olvidar otras oraciones pronunciadas por el César por antonomasia como aquellas que rezaban ‘Al final, es imposible no convertirse en lo que los demás creen que eres’ o ‘Si tienes que romper la ley, hazlo para tomar el poder: en los demás casos obsérvala’ o también esta otra ‘Divide y obtén el poder’. Incluso otras más ‘La mujer del César debe estar por encima de toda sospecha’; ‘Es mejor sufrir una vez que estar en un sufrimiento perpetuo’ y muchas otras que pueden darnos idea de su personalidad inflexible.
Ese rasgo humano de no aceptar la corrección, las observaciones de los semejantes, los comentarios de tus próximos o, simplemente, la información a tu alcance suele acarrear dolores de cabeza, disgustos o, también, desenlaces que no esperas desde tu púlpito inalcanzable. Eso, desde hace mucho tiempo, ocurre en Talavera de la Reina, donde supuestos reyes de taifas parecen campar a sus anchas sin reparar en los cadáveres que dejan en su camino.
Aplíquense el cuento aunque, aún así, me quedo con la frase de nuestro protagonista quizá más conocida y que puede reflejar lo que en estos días nos ocupa ‘La suerte esta echada’ o como diría el César ‘Alea iacta est’. Amén.