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HOMENAJE AL PAPA FRANCISCO

Un zapato del Papa Pío X en Alcaudete de la Jara

Un zapato del Papa Pío X en Alcaudete de la Jara

Artículo escrito por Ana María Castillo Pinero

Por LVDT
viernes 28 de marzo de 2025, 18:00h

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En una ocasión la novelista Ruta Sepetys dijo que “los zapatos siempre cuentan la historia”. Hay muchos dichos y refranes sobre el calzado, mi favorito, el que dice que, para conocer a una persona, hay que “ponerse en sus zapatos y caminar con ellos”, como bien nos enseñó la Cenicienta de Charles Perrault, aunque es muy socorrido a veces excusarse con el no menos clásico “zapatero, a tus zapatos”.

En la Sacristía de la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción de Alcaudete (Toledo), esa que llaman la 'Catedral de la Jara', en una pequeña urna de cristal, se guarda una preciada reliquia que muy pocos han visto. Se trata de un zapato que llegó hasta allí tras realizar un largo viaje por la geografía y el tiempo. La historia comenzó en el vecino pueblo de Belvís, a finales del siglo XIX. Su protagonista es un joven llamado Ignacio Arenas Tejerina.

Por contextualizar este relato, recordaremos que la comarca de la Jara era por aquel entonces un lugar remoto, donde las carreteras no llegaban, y mucho menos la cultura. La mayoría de la población, analfabeta, vivía del trabajo en el campo, pero algunos labradores con ciertas posibilidades económicas, lograron con mucho esfuerzo procurar estudios a sus hijos. Este fue el caso del niño Ignacio, que desde muy temprana edad despuntó en la escuela e ingresó en el Seminario, donde prosiguió su formación teológica y académica. Una vez cantó misa, pasó a formar parte de la Hermandad de los Sacerdotes Operarios, destacando por su buena preparación, sus capacidades intelectuales y su grandeza de espíritu.

A la temprana edad de 28 años, fue nombrado Rector del Seminario de Segovia, y más tarde, requerido por el Arzobispo de Toledo para acompañarle en una audiencia con el Papa, su Santidad Pío X. Durante este encuentro en Roma, el Papa conocedor de su fama, quiso reconocer su talento y le dijo que le pidiera lo que quisiera. Don Ignacio contestó que se conformaría con un zapato suyo y el pontífice se quitó el zapato que llevaba puesto, y se lo regaló.

Don Ignacio era tío de mi abuela, Doña Juana Díaz Arenas, quien custodió durante toda su vida esta reliquia, y aunque en mi familia siempre lo hemos llamado el zapato del Papa, en realidad es una zapatilla litúrgica. Los zapatos utilizados por los pontífices son de cuero rojo, en memoria de la sangre de Cristo, decorados con la insignia bordada del Vaticano, y representan la disposición del portador a seguir los pasos de Cristo y de San Pedro. Cada Papa ha tenido un zapatero dedicado al diseño exclusivo y fabricación de su calzado, salvo el Papa Francisco, quien ha preferido utilizar zapatos normales de color negro, en señal de la humildad y de la pobreza evangélica de la que siempre ha hecho gala, ¡hasta en los andares!. Las zapatillas litúrgicas, son calzados de tela bordados, a juego con las vestimentas utilizadas durante la misa. El zapato que se encuentra en Alcaudete pertenece a esta tipología, y fue donado a la parroquia por mi tío, Don Justino Castillo Díaz, para su conservación y veneración.

En el año 1.915, Don Ignacio cayó gravemente enfermo, y falleció repentinamente a la edad de treinta y tres años, dejando consternados a todos cuantos le conocían. El entierro fue multitudinario y en las ciudades de Segovia, Cuenca y Toledo se dieron numerosas muestras de condolencia. Cuarenta años después de su muerte, en 1955, falleció otro sacerdote operario que sería enterrado en el mismo nicho donde él yacía, en el patio segundo, galería sexta, sepultura 105. Los sepultureros al abrir el ataúd, encontraron su cuerpo incorrupto, y la noticia pronto se difundió por toda la ciudad, siendo considerado por muchos segovianos un santo.

La historia de Don Ignacio es el legado de un sacerdote y un maestro que, con su excepcional don de palabra y con su naturalidad belviseña, fue capaz de conmover al mismo Papa, pero también es el cuento de un niño que nació y creció en la comarca de la Jara, hogar al que siempre que podía regresaba, en el seno de una familia labradora, que como otras tantas, se esforzó por darle la mejor educación, trabajando con la mirada puesta en el cielo y las botas llenas de barro en el olivar, porque al final “los zapatos siempre cuentan la historia”. Es un honor para mí poder rescatar en estas líneas su biografía, junto con la descripción que de él hizo el historiador Fernando Jimenez de Gregorio, quien lo conoció en persona:

Siendo muy pequeño recuerdo a Don Ignacio, cuando ya era Rector del Seminario de Segovia; Pertenecía a los Píos Operarios. Era más bien alto, fuerte, de cara redonda, muy pálido, de frente ancha y despejada. Solía decir cuando le hablaban de religión, que lo importante es Dios”.

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