Cuantas veces me detengo a reflexionar sobre momentos pasados de mi vida. Reflexionar no es juzgar, es rehacer la historia desde los restos que el tiempo no ha conseguido borrar, aunque aparezcan ahora más difusos los hechos y más vivas las sensaciones. Me permito recordar los tiempos en que siendo un joven de diecisiete años, con más horas de pellas que de asistencia al colegio, cambié mi fe en los cristianos por la de los marxistas. Esta conversión se debió sin duda –ahora lo veo más claro-, a una prolongación del ideal de proteger a los pobres contra su negro destino, maldecir de los ricos y someter a los poderosos, todo ello estaba en la Biblia, sobre todo en el Nuevo Testamento, y más tarde, comprendí que el mensaje de: “dar al César lo que es del César….”, y rezar no suponían avances en las justicia del mundo, y por ello toda rebeldía, desde esa óptica, consistía en orar, en tanto que los comunistas querían imponer la justicia a la humanidad a base de tiros y exterminio de quienes quisieran medrar por encima de las masas. A la igualdad le da lo mismo lo que disponga la naturaleza, debió decir alguna vez Stalin, Lenin, Mao, Fidel, y tantos otros de igual calaña.
Mi tierna ignorancia se fue llenando de rabia y odio hacia enemigos que ni conocía ni comprendía, y así tenía ser, el Partido te resolvía para siempre el dilema moral del bien y del mal, qué convenía y qué no era necesario. Importante era controlar las lecturas que debía hacer para llegar dialécticamente preparado para llevar adelante la praxis y cometer las atrocidades necesarias en nombre de la justa y única causa de la humanidad.
Así me iba modulando como un camarada. Crecía con certezas. Mis ideas se convirtieron en axioma, y quien quisiera discutirlo se convertía en adversario y merecía la muerte o la cárcel de por vida; los discrepantes eran el enemigo, aunque su discrepancia consistiera simplemente en preguntar el porqué de las cosas. En el comunismo no hay dudas, o eres del Partido o eres su contrario. Para eso existe el centralismo democrático, tú puedes cuestionar una orden mientras la ejecutas, luego te ajustarán las cuentas.
La actualidad política española, me retrotrae a esa pusilanimidad intelectual de aquella época.
No importan los delitos que se cometan contra el orden burgués, Pedro Sánchez es la verdad rebelada, el único líder posible, y quien a él se oponga es simplemente un ser prescindible, innecesario, al que conviene demonizar, y seguramente será miembro de la extrema derecha al que se debe sepultar. Si es posible.
Una vez que estás dentro, sólo es posible salir mentalmente y arriesgándote a ser despreciado por, quienes ayer, eran tus hermanos inseparables.
Si sirviera de algo decir que hay que leer, que hay que pensar, que hay que mirar a los ojos que nos refleja el espejo, y decirnos una y otra vez: “voy a ser libre”.