Se cumplen dos décadas desde que, en este país, tras la aprobación de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, tomamos una mayor conciencia social respecto a la violencia ejercida contra las mujeres, con los asesinatos machistas como expresión de máximo dolor.
Aquel fue el paso definitivo por el que, de forma colectiva, decidimos que la violencia de género no era un problema doméstico sino un problema social, que los maltratadores solo merecían el más firme rechazo y que los poderes públicos deberíamos promover todas las políticas necesarias para combatir este grave problema social, acompañando y arropando a las víctimas en todo momento.
Desde entonces, este país ha seguido dando pasos firmes en la lucha contra esta violencia, alcanzando importantes consensos y dotándonos de herramientas con las que combatirla. Y debe llenarnos de orgullo pensar que años antes, en 2001, Castilla-La Mancha ya estaba aprobando, de forma pionera, la Ley de Prevención contra los Malos Tratos y de Protección a las Mujeres Maltratadas.
También dimos un paso más en 2018, con la Ley por una Sociedad Libre de Violencia de Género, en la que no solo ampliamos el concepto de violencia, incorporando cuestiones como la trata con fines de explotación sexual o la mutilación genital, sino que reconocimos derechos de menores de madres asesinadas como víctimas de la violencia machista, en línea con los acuerdos del Convenio de Estambul.
En estas dos décadas hemos ido generando todo tipo de datos y estadísticas en torno a la violencia de género. Cifras verdaderamente escalofriantes, como que, durante todo este tiempo, mientras se investiga otro posible caso en la provincia de Sevilla, 1.285 mujeres han sido asesinadas, igual que 61 menores a quienes se ha quitado la vida para dañar irreparablemente a sus madres. O que, en los últimos quince años, se hayan cursado cerca de dos millones y medio de denuncias.
La frialdad de los números no puede hacernos olvidar que detrás de ellos está la vida, la libertad y la dignidad de las mujeres que sufren la violencia, pero son cifras necesarias para comprender la magnitud del problema y para concienciarnos en que esta situación debe acabar.
Resulta realmente doloroso que, en un clima con tantísima crispación, algunas fuerzas políticas y sociales hayan hecho del machismo y del negacionismo de la violencia de género la principal bandera de reclutamiento. Es más, están manoseando las crueles cifras de la violencia de género, no para aislar a los agresores, que son los únicos culpables, sino para tratar de deslegitimar el sistema. Y cuando se deslegitima el sistema, pierden las mujeres víctimas y ganan los maltratadores. Perdemos todas y todos.
Este 25N quiero que sirva para rebelarnos frente a las cifras de la violencia, con la certeza de que el sistema funciona. En Castilla-La Mancha contamos con una de las redes de recursos de igualdad más potentes de España, a las que a final de año se sumará la Red de Centros de Atención a Mujeres Víctimas de la Violencia Sexual, una expresión más de la violencia de género que, por suerte, la sociedad está consiguiendo aflorar, gracias al apoyo dado a las mujeres que alzan la voz.
Durante todo el año 2023 atendimos 28.500 consultas por violencia de género y dimos una solución inmediata en recursos de acogida a 414 mujeres, con sus 323 menores, para poder escapar de su agresor. También ayudamos con apoyo psicológico a más de 200 mujeres víctimas de agresiones sexuales. Estos datos demuestran que el sistema protege, cuida, salva vidas y ayuda a miles de mujeres a romper con la espiral de la violencia para emprender una nueva vida, aunque nada será suficiente mientras haya víctimas.
Castilla-La Mancha seguirá siendo una referencia por los avances en igualdad y la lucha contra la violencia machista, en cualquiera de sus expresiones. Seguiremos educando, formando y concienciando a la población; seguiremos apelando al consenso político y social y desde luego que no admitiremos pasos atrás del negacionismo. Queremos que ‘0’ sea la única cifra de la violencia de género, sin olvidar jamás a las miles de víctimas, especialmente a las 1.285 mujeres asesinadas por el simple hecho de ser mujeres.