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REPORTAJE

La vida plástica

La vida plástica
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Escrito por Miguel Ángel Cedenilla, ARDEIDAS

Por LVDT
lunes 24 de junio de 2024, 17:00h

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El 1 de abril de 2019 la Asociación Ornitológica Ardeidas, durante la celebración de la segunda semana de su fantástico festival Cine y Naturaleza me invitó a presentar la película El faro de las orcas, del director Gerardo Olivares e interpretada por Maribel Verdú y JoaquinFurriel.

Durante unos minutos, el público que abarrotaba la sala tuvo que soportar mi charla sobre la historia en que se basaba la película, el caso del guarda-parques Alberto Bubas que se vinculó con una familia de orcas (Orcinusorca) en Península Valdés, Argentina. A la vez, di unas pinceladas sobre tan portentoso mamífero marino y de los problemas de conservación de los océanos, como son los plásticos. La botellita de 50 ml de agua que me ofrecieron me dio la oportunidad para explicar brevemente el problema de este material en el mar. Pero por no abrumar al público y ganar demasiado protagonismo, me quedé en la intención de proponerle el siguiente juego ecológico.

Habría continuado usando la botellita de agua y preguntando al público qué precio creen que tiene. Inmediatamente, me dirían que 1 ó 2 €. Error. El agua no vale nada. O no debería tener valor comercial porque es un elemento esencial para la vida con el que nadie debería especular. Lo que realmente pagamos es el envase, el plástico, y la cadena de beneficiarios hasta que la compramos.

Ahora vamos a calcular entre todos cuánto vale realmente esta botella. Pero antes debemos saber el punto de partida. El que ahora se ha convertido en uno de los principales problemas medioambientales surgió precisamente para resolver otro, el de la extinción de los elefantes. Hasta mediados del siglo XIX no nos dimos cuenta que el lúdico placer de jugar al billar estaba acabando con ellos. Las bolas se hacían con marfil. Para encontrar un material sustituto y evitar la caza masiva de elefantes, la compañía americana Phelan & Collander organizó un concurso de ideas con un cuantioso premio. El inventor John WesleyHyatt tuvo la idea de tratar celulosa vegetal con ácido nítrico y sulfúrico mezclado con alcanfor. Así nació el nitrato de celulosa o celuloide. Lo malo que la mezcla resultante ardía con suma facilidad e incluso podía explotar si recibía un intenso golpe, algo tan intrínseco al inocente juego del billar y que lo convertiría en una actividad de riesgo. Hyatt no ganó el concurso, pero consiguió enormes beneficios. Había inventado el celuloide con todas las aplicaciones que tuvo en la historia de la industrialización humana, como la película de celuloide que dio pie al cine y la fotografía.

No fue hasta el final de la 2ª Guerra Mundial cuando su uso se generalizó. Se obtuvo una amplia gama de polímeros con base orgánica en el carbono llamados plásticos. Pronto se convirtió en el material estrella y comenzaron a fabricarse todo tipo de objetos con él, liberando a la humanidad de la producción artesanal y tediosa con fibras, barro, madera, metal y cuero. Hasta se erigió como el elemento liberador de la mujer según la mentalidad de la época. Bajo el eslogan publicitario de usar y tirar, se la persuadía de utilizar vajillas y recipientes que no tendrían que fregar ni guardar.

Bien mirado, el plástico es un material magnífico. Es ligero, maleable, barato y se le puede dar rigidez y colorear. Cualquier cosa puede replicarse en plástico. Y su uso se ha extendido exponencialmente a todos los ámbitos humanos. Una de sus grandes virtudes, la resistencia a la degradación, lo convierte también en uno de los mayores problemas medioambientales del presente en todo el planeta.

En 2019 se fabricaron 460 millones de toneladas de plástico. Pero en 2050 serán 590. El 22% acaba en el medio ambiente y unas 14.5 millones de toneladas anuales van directamente al mar. Bajan por los grandes ríos del planeta, como nuestro Tajo, hasta los océanos. También llegan de forma directa por la actividadnáutica, la pesca industrial, pintura de barcos, perdida de contenedores, residuos tirados directamente al mar e, incluso, en el agua residual de nuestros lavados de ropa sintética que vierte en cada lavado unas 2000 fibras de plástico que se saltan todos los filtros a su paso.

Y en el caso que nos ocupa, cada día se abandonan 30 millones de botellas de plástico solo en España. Y parte acaban en el mar. El oleaje nos devuelve 320 objetos, la mayoría plásticos, por cada 100 m de playa que los servicios municipales de limpieza tienen que retirar a diario con un enorme coste de dinero público.

Actualmente se estima que los océanos acumulan más de 150 millones de toneladas de este material. Todos hemos oído hablar de la famosa “isla de plástico” del Pacífico norte. Ya mide como 3 veces Francia, y acumula unas 80.000 toneladas de residuos plásticos. Pero sólo es visible un 6%, como la punta de un iceberg. El resto, llamado “plástico perdido”, se diluye en la columna de agua o se integra en los organismos empezando un pernicioso ciclo mortal. Ni se ve ni se detecta si navegamos por ella. A pesar de su persistencia, que puede durar siglos, se fragmenta y degrada por erosión física, fotólisis ultravioleta e, incluso, la acción de ciertos microorganismos. Por lo que acaba convertido en micro y nanos plásticos, partículas menores de 5 mm, que se escapan a la detectabilidad y comienza el proceso de colonización. Este fenómeno se reproduce también en todos los mares del planeta por las corrientes circulares y ningún gobierno sabe cómo gestionarlo, aunque invierte miles de millones en encontrar soluciones ineficientes.

El plástico ha invadido todos los rincones del planeta. Desde los polos hasta el fondo oceánico de la fosa de las Marianas, a más de 10.000 m. de profundidad, y la cima del Everest. Pero lo más grave es que se ha interiorizado en todos los organismos vivos, incluido el nuestro. Lo comemos, lo respiramos y lo excretamos. Está en todos los eslabones de la cadena alimentaria y lo incorporamos al organismo antes de nacer a través de nuestras placentas. Los nano-plásticos ya son capaces de entrar en los organismos de todos los seres vivos. Pueden atravesar las paredes celulares y competir con otras moléculas orgánicas en los ciclos metabólicos, actuando como disruptores endocrinos y carcinogénicos. Pueden afectar a la flora bacteriana del colon y modificar su funcionamiento. Además, las sustancias altamente tóxicas adheridas al plástico, como el bisfenol A y los ftalatos, se liberan en nuestro interior. Todo ello puede estar provocando efectos negativos en nuestra salud que se están investigando y que suponen al año cientos de millones de euros o dólares para los sistemas sanitarios oficiales.

Otro problema del plástico es que nunca es puro en su composición, sino que se le añaden diferentes sustancias con base de Carbono para conseguir sus propiedades específicas. Cada año se liberan del plástico hasta 23.600 toneladas de carbono orgánico al océano. Estos componentes hacen que se reduzca la capacidad de crecimiento del fitoplancton y su actividad fotosintética por lo que se merma la producción del O2 atmosférico del planeta, cuyo 50% procede del mar. El aire que respiramos.

El plástico tiene la propiedad de absorber todos los contaminantes disueltos en el agua que sean hidrofóbicos. Basta pensar en lo persistente que son las grasas en los recipientes que usamos. Estos micro-plásticos embadurnados de sustancias tóxicas están resultando un neo-hábitat para microorganismos marinos del plancton, como anémonas, hidroides, algas, bacterias y pequeños crustáceos. Estas comunidades flotantes acaparan cualquiera de las variantes de una de las moléculas más abundante y muy importante para los ciclos oceánicos y climáticos en el medio marino, el Dimetilsulfuro, DMS, generado por el fitoplancton. Aunque les suene raro, todos ustedes la conocen muy bien. Se desviven por ella. Es la responsable del gusto adictivo del marisco que comemos. Un olor que atrae olfativa y visualmente al resto de predadores de la red trófica, como peces, cefalópodos, aves y tortugas marinas, focas, delfines y ballenas. Todos ellos caen en el engaño ante la sopa de caramelos de colores llamativos y olorosos que tragan inconscientemente pesando que son alimento cuando, en realidad, se comportan como auténticos caramelos de cianuro. El plástico los intoxica y ocluye sus estómagos. En el caso de las aves marinas, regresan a sus nidos y regurgitan parte de su contenido con el que pretende alimentar a sus pollos.Las tortugas marinas confunden las bolsas de plástico con las medusas de las que se alimentan. El bocado de una ballena gris, que es como una portería de futbol, nunca podría discernir entre lo que es alimento de lo que es plástico. Tragará todo al interior de su organismo. Mientras, los organizaciones oficiales y no gubernamentales del mundo invierten miles de millones de dólares y euros en la conservación de los océanos y de todas estas especies. Y aunque la pesca comercial es una de las causantes de buena parte de la basura plástica, abandonando artes y redes que siguen pescando de forma fantasma, cada vez son más conscientes de la gravedad del problema cuando recogen sus artes esperando que vengan llenas solo de pesca. Para el 2050 habrá en el mar más plásticos que peces.

Pero volvamos al juego de calcular el precio de esta botellita de agua. El reciclaje del plástico es realmente una pantomima. Lo que hacemos yendo al contenedor amarillo es separar en origen la materia prima para las empresas que se dedican a su reciclaje, que son las propias industrias productoras de los envases plásticos, que intentan calmar nuestras conciencias en el uso de sus productos. A nivel mundial, tan solo entra en el proceso del reciclado un 9% del plástico, el 12% se incinera, contaminando la atmósfera, y el 79% termina en vertederos y en el medio ambiente. La razón es porque hay demasiados tipos y la mayoría tienen muy mal reciclaje. Es más económico fabricarlo nuevo que reciclarlo. No ocurre igual con el vidrio, los metales o el cartón, cuyo reciclaje es eficiente y cobra un verdadero sentido. Aun así, es mejor “reciclar” porque algo reducimos, aminoramos los costes de gestión y es muy importante mantener una sociedad concienciada y participativa en los problemas medioambientales. Se está trabajando en una mejor legislación para dejar de producir plástico de usar y tirar e incidir en la reducción y reutilización acorde con los principios de la economía circular. Prohibirloradicalmente sería la mejor solución. Y, aun así, todavía nos quedarían varios siglos de contaminación con el existente y nos sobrevivirá cuando ya nos hayamos extinguido.

Así hemos llegado al final del planteamiento de nuestro juego. Díganme. ¿Cuánto creen que vale ahora esta botellita de agua? Si han llegado a calcular que 6000€, ya les digo que se han quedado cortos. El plástico procede del petróleo. Hay que incluir los costes de extracción, muy agresivos y contaminantes, la fabricación, la distribución y procesamiento del residuo una vez utilizado y el impacto ambiental acumulado en esta cadena de acontecimientos. El PIB se basa solo en el beneficio y el crecimiento, pero nunca tiene en cuenta el coste ambiental y social de los procesos de producción. ¿qué opinarían si se les cobraran no 1,5€ por la botella, sino 150€?

Nunca compren agua embotellada en plástico. Además, se ha comprobado que contiene más derivados del plástico que el agua corriente del grifo.

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