El Monasterio de Santa Catalina, en Talavera de la Reina (Toledo), ha sido incluido en la Lista Roja de Patrimonio de la asociación Hispania Nostra por su "lamentable estado de conservación y sin mantenimiento". Se suma a esto el reciente colapso de la cubierta y de la tercera planta del ala oeste del claustro alto del complejo monástico. Para Hispania Nostra "hace falta un plan para rehabilitar el complejo y darle un uso para el disfrute de los ciudadanos".
Este emblemático monumento talaverano (protegido por el Plan Especial de la Villa y como Conjunto Histórico) se suma a los más de 1.300 monumentos españoles que componen esta relación por encontrarse en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores.
El monasterio ha sufrido las agresiones de la invasión francesa, la expulsión de los frailes, las desamortizaciones y los estragos de la Guerra Civil, sobreviviendo con entereza a todas ellas, pero sucumbiendo al paso del tiempo.
Ninguno de los propietarios actuales posee fondos suficientes para llevar a cabo la rehabilitación integral de los restos, cuanto menos, la recuperación volumétrica total del complejo.
A esto se le suma la falta de un proyecto global que incorpore ambas partes, por lo que los trabajos que se han ido desarrollando a lo largo de estos años se han ido haciendo de manera independiente, sin contar con un plan director que dirija todas las obras en una misma dirección.
El claustro sur es el que en peores condiciones se encuentra, pero también es el que más belleza alberga, ya que sus muros están levantados sobre una serie de arcos de diferentes tipologías y conservando partes decoradas con pinturas murales.
Hace unos años se intentó actuar en el ala este del mismo, para consolidar su estructura y recuperar las pinturas murales, pero la falta de fondos dejó el edificio apuntalado.
El ala oeste, que en principio no poseía problemas estructurales, recientemente ha sufrido un colapso de la cubierta de madera, arrasando con ella el tercer nivel de arquerías. Debido a la división entre propietarios, el ala este y el oeste se encuentran inconexas.
El monasterio jerónimo de Santa Catalina se articulaba en torno a los dos claustros, situados en el espacio entre la antigua colegial de Santa María la Mayor (para cuyos canónigos fue pensado inicialmente) y la iglesia monumental del complejo monástico.
El claustro norte es de planta cuadrada y acceso desde la conocida como Puerta del Serafín en la plaza del Arzobispo Pedro Tenorio. El claustro sur tiene planta de C girada y se encuentra anexo al norte y se abre en dirección al río Tajo.
A pesar de que el complejo contaba con tres alturas en todo el conjunto, a mediados del siglo XX desaparece gran parte de la volumetría original, dejando las piezas inconexas que a día de hoy se conservan. El claustro norte es el que más cambios sufrió, quedándose prácticamente en una sola altura.
En los muros medianeros de todo el complejo se pueden observar arcos de acceso cegados y restos de partes ya desaparecidas. En la iglesia del monasterio se conserva la huella del techo de los claustros, indicando así la altura que llegaron a tener.
A pesar de los pocos restos que se conservan, las edificaciones son un auténtico catálogo de arquitecturas, conservando arcos de muchas y diferentes clases: conopiales, apuntados, rebajados y polilobulados de los cuales muchos aún conservan las pinturas murales que los decoraban, con motivos florales, heráldicos o religiosos.
HISTORIA. Fundado en 1372 por el arzobispo don Pedro Tenorio para albergar en él a los canónigos de la colegial de Santa María la Mayor y apartarles así de su vida disoluta, tal y como recoge el Arcipreste de Hita en su Libro del Buen Amor.
Al negarse estos, se cede el complejo en 1398 a los frailes jerónimos de la Sisla, que con el paso del tiempo lo van mejorando y adquiriendo diferentes propiedades, convirtiendo al monasterio en el más rico de la ciudad. Sus propiedades abarcaban desde molinos en el río Tajo, tenerías y lagares, hasta fincas de cultivo y pasto en las inmediaciones de Talavera.
Debido a las donaciones y al aumento de vocaciones, se necesita ampliar el monasterio en 1455, pero es en 1536 cuando se levanta la monumental iglesia de Santa Catalina, de estilo renacentista, con toques herrerianos y elementos barrocos y una escalera volada de acceso al coro, única en España.
Los claustros datan de entre los siglos XIV al XVI, mezclando en su construcción elementos mudéjares (tan típicos en la ciudad de Talavera) con partes renacentistas.
La invasión francesa causó graves daños en el monasterio, dedicando el claustro norte a establo, la iglesia a almacén de grano, el claustro sur a enfermería y saqueando obras de arte y destruyendo el resto. Los religiosos del convento destacaban por su labor de copistas y por su botica, al igual que sus hermanos del monasterio de El Escorial.
En 1831 cierra definitivamente el convento con la marcha de los frailes, pasando el complejo a manos privadas. Con la desamortización el edificio se destina a cuartel, casa de vecindad, fábrica de sedas y cerillas, almacén de paja y hasta circo de caballos. Estos usos a los que se dedicaron los edificios desvirtuaron la morfología del complejo, pero también mantuvieron el monasterio en pie.
Por los documentos gráficos que se conservan, no es hasta mediados del siglo XX cuando el monasterio pierde gran parte de su volumetría actual. Se dice que un incendio fue el causante de que sólo se conserve una planta del claustro norte.
Actualmente el complejo se encuentra dividido entre dos propietarios: La Fundación Aguirre, dueña del claustro norte (o bajo), la iglesia de Santa Catalina (recientemente restaurada) y del asilo de San Prudencio, un edificio anexo al complejo de Santa Catalina y que completa el resto de la manzana. El claustro norte ha tenido diferentes usos. Durante años fue sede de escuelas taller y zona de trabajo para diferentes artesanos. Desde hace un tiempo su uso es el hostelero y para eventos.
El Ayuntamiento de Talavera, que posee el claustro sur (o alto) conocido popularmente como la Casa de los Canónigos, a pesar de que estos nunca llegaron a habitarla.