La ONU asegura que el terrorismo es aquello que “implica la intimidación o coerción de poblaciones o gobiernos mediante la amenaza o la violencia” y no hay medias tintas.
Es esta España nuestra, de terrorismo sabemos bastante y lo asociamos casi exclusivamente con ETA o grupos criminales similares, pero fíjense en lo que nos ha dicho la Organización de Naciones Unidas y ratifica la RAE, la Real Academia Española de la Lengua, para quien el terrorismo es “dominación por el terror. terror, violencia, intimidación”.
A estas alturas, la delicadeza con que se inmacula la tristemente famosa Ley de Amnistía para que los separatistas, sus perros fieles de los CDR o cualquier zumbado de la cabeza que tiró por la calle del medio en aquel 1 de octubre de 2017 es vergonzante. Claro que si pensamos un poco por qué ocurre todo esto encontramos menos explicaciones lógicas o, mejor dicho, menos sentido común.
Unos ‘iluminados’ que querían independizarse de España por la fuerza, unos jueces que quieren interpretar la Ley como les parezca mejor, una oposición que quiere arrimar el ascua a su sardina y un Gobierno nacional que cada vez agacha más la cabeza con quien no debe a costa de perder demasiadas cosas.
Y a todo esto, el acuerdo de Sánchez con los catalanistas separatistas en el aniversario de dos asesinatos que marcaron la vida de muchas personas pero sobre todo de los muertos: Gregorio Ordóñez, al que ETA asesinó un día como ayer en 1995, y Arturo Ruiz García, un estudiante y militante de izquierdas español, asesinado por un ultraderechista durante –parece hasta mentira– una manifestación pro-amnistía el 23 de enero de 1977.
Ahora, ¿a qué llamamos terrorismo para condenarlo o amnistiarlo? ¿Merece la pena perder el tiempo en todo esto o es mejor sacar el cuchillo y cortar por lo sano? Cuando a la gente de la calle, con una memoria cada vez más selectiva, le preocupan más las estridencias políticas que ven por la tele y lo que les cuentan sus amigos en las redes sociales que las cosas de comer, el declive de una sociedad está a la vuelta de la esquina.
España acabó, afortunadamente, con el terrorismo sanguinario hace ya unos cuantos años pero el miedo a que cualquiera te pegue una paliza por decir una cosa u otra en la calle o que un grupo de niñatos revienten escaparates y corten avenidas en nombre de la libertad y la independencia, ¿a eso cómo hay que llamarlo?