Los caprichos de la Historia nos hacen jugar con la imaginación para pensar en lo que “podría haber pasado” si esos parecidos razonables que nos ofrece el devenir del tiempo fueran reales.
Plantéense por un momento que José Doroteo Arango Arámbula, al que apodaron Pancho Villa, hubiera cruzado el charco y se hubiera instalado en cualquier ciudad del centro de España. Pongamos como ejemplo al azar… Talavera de la Reina.
Imaginen siquiera un segundo que sus descendientes también se hubieran dedicado, como él, a la política. En este guiso, aderecen la ensalada con las leyendas que contaron de Pancho desde el origen de su nombre hasta sus andanzas siempre acompañado de medios de comunicación para hacerse fotos. Algo les suena ya.
Incluso su asesinato vino provocado por una conspiración de gente cercana a él como Salas Barraza, algo que cada vez se estila más en este mundo político que nos rodea.
De cualquier modo, si en realidad hubiera algún nieto de Pancho Villa por estas tierras castellanas o, más certeramente, cerámicas bien podría identificársele por dirigir un ejército aficionado, mal pertrechado y peor disciplinado.
Así las cosas, recapaciten por un momento y caigan en la cuenta por si a la memoria les viene algún detalle de ese nieto perdido. El nieto del gobernador de Chihuahua que, cada día estoy más convencido, deambula por algún despacho noble y cuya foto aparece en cualquier cartel bajo el ‘SE BUSCA’.
Igual hasta algún espabilado o espabilada quiere conseguir una recompensa por su cabeza. Necesitado te veas.
Ah, de la escuela de políticos de Cospedal con Agustín Conde, Carmen Riolobos, Muñoz-Gallego o José Julián Gregorio hablamos –si les parece– la próxima semana, no vaya a ser que conecten cosas y luego me echen la culpa.