El PP de Feijóo afronta una investidura que no será. Y seguramente han estado buscando la manera de poder sacarla adelante, seguramente han estado buscando como hacerlo. Y también seguramente se dieron cuenta muy pronto de que los números no les daban y que les faltaban apoyos. Y esto último es lo realmente grave: la constatación de no tener con quien hablar, con quien acordar y entenderse. La imposibilidad de interlocución plasmada y constatada y vuelta a re constatar por un partido de la órbita de la derecha como es el PNV, que no ha sentido en ninguna ocasión, y han sido varias, pudor alguno en negar apoyo y votos al Partido Popular por sus alianzas con la extrema derecha de VOX.
Hemos visto y oído hablar de fraude electoral a Feijóo sin sonrojarse, sin volver la mirada a comunidades autónomas o ciudades donde lo que llamaban pactos de perdedores se convirtieron en gobiernos legítimos, fruto de la constitucionalidad de partidos legítimos que acuerdan posturas, propuestas y programas con los que buena parte de la ciudadanía no estamos de acuerdo. Y hasta creo que una parte de ellos no está de acuerdo con los egos de la otra parte.
Se ha despertado el recuerdo del transfuguismo que nunca llegó a legislarse para evitar que se repitiesen episodios como aquel Tamayazo de la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre. Y es que, los que nunca quisieron ponerse de acuerdo en querer cumplir lo que decían querer evitar, hoy se atreven a distinguir entre socialistas buenos y malos para sumar 4 votos.
Mi duda hoy está en saber si el fallo es intentar la investidura o si lo que se busca con una investidura fallida es un objetivo distinto. Mientras, el ambiente enrarecido y crispado a cuenta de amnistías y consultas que no caben en la Constitución son calificadas de infamia y no de inconstitucionalidad. Quizás porque en toda esta locura tacticista resultó clarificador escuchar que las conversaciones son discretas mientras que los acuerdos serán transparentes, porque el único marco legal en el que los gobiernos pueden y deben moverse es en el constitucional.
En un mundo transnacional y globalizado los regionalismos no tienen espacio, por mucho que haya quien quiera vestirlos de nacionalismo. España es una entidad territorial, social y política que compartimos y en la que creemos millones de españoles. Por eso, un partido al que se le presume el sentido de estado como es el PP debería ser mucho mas cuidadoso con las soflamas que lanza mientras se reúne con JUNTS, pues no parece solución de nada más que de la frustración.
Nadie recuerda ya la historia reciente de este país cuando hace unos años, muy pocos, la amnistía era fiscal. Me sale sangre de los oídos y se me deshacen las neuronas escuchando a Feijoo hablar de desigualdad entre españoles, porque la amnistía fiscal de su partido consagró la desigualdad entre españoles, los hay ricos y los “habemos” pobres. Hay españoles que regularizaron capitales ocultos en paraísos fiscales y también estamos los que sufrimos los recortes de los servicios públicos. Hay españoles que tienen grandes fortunas y se benefician de reducciones fiscales allí donde gobierna el PP y otros que compartimos los frutos del trabajo vía declaración de la renta para sostener el Estado.
En Madrid, Ayuso y Aznar, en el PP deben estar muy preocupados de que a Feijóo “le cuesta la presidencia”. La investidura fallida pone en marcha la legislatura, pero la investidura fallida también va a poner en marcha el reloj electoral.