La violencia verbal, el odio y la xenofobia se han convertido en los ejes de la extrema derecha española. Esta forma de hacer política se aleja mucho de los ideales cristianos que desde ese mismo partido promulgan. Quien desde la tribuna no hace nada más que
instar a la confrontación no debe ser ejemplo de nada y mucho menos ser representante de los ciudadanos.
Estamos inmersos en la Semana Santa y es el momento idóneo para recordar los consejos del Papa Francisco para ser un buen católico en el siglo XXI. Estoy seguro que muchos de los que se dan golpes de pecho como cristianos no cumplen con ellos (hacerse fotos ante los pasos procesionales no suma puntos en el carnet cristiano).
El Papa ha pedido en más de una ocasión “renovar el compromiso con los olvidados, los inmigrantes, las víctimas de las nuevas formas de esclavitud”. También ha criticado que los cristianos caigan en la "violencia verbal" que se escenifica en la red (escenario donde la extrema derecha campa a sus anchas) y que esta acabe normalizando "la difamación y la calumnia".
En sus intervenciones el Pontífice también ha pedido que la homosexualidad deje de ser delito (aunque defiende que es pecado) y ha admitido que las leyes que sentencian la homosexualidad son “injustas”, ya que Dios ama a todos sus hijos por igual, sin importar cómo sean.
Todas estas “reglas” se incumplen día a día por quienes, amparándose en el amor a la bandera (que también es la mía), pisotean con sus ideales los derechos de los ciudadanos, más bien todo lo contrario. Cada insulto, cada ataque repleto de odio, cada recorte en derechos (lo harán si llegan al poder) no hacen más que alejarles del “amar al prójimo”.
Por último, me gustaría compartir con ustedes las acertadas declaraciones de la actriz Bibiana Fernández -de ahí el título de la columna-. Un ejemplo de coherencia.
“Las leyes no obligan, las leyes permiten. Toda aquella gente que no quiera practicar la eutanasia, el aborto, el divorcio… no están obligados a hacer nada de eso (...). Las leyes protegen a los minoristas. Un país que protege a las minorías es un país más interesante y progresista (...). Nadie tiene que cambiar de sexo si no quiere. El respeto radica en eso, en entender que todos somos diferentes. Desde ahí la convivencia sería más fácil”.
Denme más Bibianas Fernández y menos hombres aferrados a un chiringuito a caballo. ¡Amén!