miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
Hoy, 19 de marzo, día del padre, para ti, mi inolvidable padre, en justo homenaje a tu memoria, a la esencia de hombre que legaste y a tus infinitas virtudes de hombre noble y de bien.
Mi padre, fue un hombre bueno y sabio que sabia a la perfección que la felicidad, es algo que depende, no de la posición, sino de la disposición y él, siempre tuvo esa especial disposición que nace de manera innata en las personas señaladas y a su manera, con más o menos pan, supo ser feliz y además, su grandeza, le permitió hacer felices a los suyos.
Se dice que, el carácter de un hombre es su futuro y mi padre, con creces, alcanzo el futuro, pues desde la nada, adversidad y haciéndose así mismo, supo granjearse el porvenir, medio de vida, así como el respeto y cariño de todos los que le conocieron. También se dice que, la persona es el conjunto de sus recuerdos y Ulpiano, mi padre, desde la más absoluta dignidad, no olvidó jamás su promesa de lealtad a la República y murió, siguiendo, a pies juntillas, siendo fiel a sus principios, a sus raíces y a su lucha.
No disfruté de mi padre cuanto yo hubiera deseado y necesitado, pues se le ocurrió engendrarme cuando contaba ya con cerca del medio siglo de vida y justo, cuando me hacía un hombre, mi padre preparaba el equipaje hacia la desconocida y oculta infinitud. Y aunque a mí, me parecía un descomunal gazapo macabro del destino que quien me engendró, desde su infinito vitalismo y optimismo se fuera para siempre, dejándome huérfano de su ciencia y su sapiencia, tuve que abrigarme en el amor, consejos y enseñanzas de un padre ejemplar del que tuve la dicha de sentir la protección y el amor de un progenitor que me legó la herencia más hermosa: la de la decencia, honradez y dignidad que, son autopista a la verdadera felicidad y libertad del ser humano. Por ello, cuando se fue mi padre para siempre y, siguiendo sus enseñanzas, en vez de maldecir las tinieblas, encendí una vela que siempre, permanecerá encendida en mi corazón y así, cada vez que pienso en él, se me enciende una amplia sonrisa en el alma.
Mi padre, fue un feroz y pertinaz autodidacta y a su manera, desde su modestia y humildad, era filósofo, matemático, ingeniero, arquitecto, pedagogo e incluso, desde la pasión y hondura de su alma, era capaz de dar rienda suelta a sus emociones a través de su guitarra, con la que, a su forma y manera, interpretaba el cante jondo que le apasionaba y con el que a todos nos deleitaba. Pero ante todo, era un hombre valiente, solidario, un excelente esposo, un gran padre y un ejemplar amigo.
Mi padre, era optimista obstinado y buscaba siempre el bien y buscando ese lado bueno de las cosas, ayudaba a los demás. Por ello, jamás abandonaba el juego y no se rendía jamas. El batallar de su vida, le propició, de manera desaforada y abusiva muchas derrotas y dolor, pero él, desde su fuerza, estoicismo, perseverancia y entereza, supo alcanzar la victoria final.
Algún día, desde el sitio donde estás, podré disfrutar de tus grandiosas lecciones de amor, mientras tanto, te prometo que jamás, se apagara la llama de mi corazón.