Un bar de Talavera de la Reina vendió casi 6.000 botellines de cerveza “fríos”. Jonathan Rivera, el dueño del establecimiento, asegura que el secreto de su éxito es que los clientes “se sientan como en casa”.
El bar “Johny-España Profunda” mide apenas 25 metros cuadrados y ha vendido durante el año 2022 aproximadamente 40.000 litros de cerveza, que en botellines —ya que el establecimiento no dispone de barril— son alrededor de 200.000.
Los días de Nochebuena vendió 5.860 botellines, y en Nochevieja 5.100, un “triunfo”, aunque “más triunfo fue conseguir vender tantos botellines, y fríos que es lo más importante”, destaca Jonathan Rivera.
Además del bar, cuenta con un almacén en el que tiene diez cámaras frigoríficas para poder vender la bebida a la temperatura óptima. No obstante, confiesa que ambos días fueron estresantes y “un no parar todo el rato”.
Pese a la subida de los costes generalizada, Rivera afirma que mantuvo y sigue manteniendo los precios que tenía este verano, ya que el hecho de vender tanta cantidad de producto le permite que sea rentable mantener el precio, sobre todo el del botellín a un euro, aunque bromea entre risas que no sube los precios “por solidaridad con los clientes”.
En este sentido, destaca que, desde el inicio de la pandemia, el establecimiento ha experimentado un aumento de clientela, debido en gran parte a la implantación de una pequeña terraza cerrada, lo que “ha permitido al local mantener a la clientela de siempre y a traer a nuevas generaciones”.
Por este motivo, el dueño del bar Johny-España Profunda augura un “futuro lleno de éxitos” porque ya no solo acuden a él los que iban hace 31 años, cuando su padre abrió el local “para buscarse la vida”, sino que se acerca clientela que ronda los 20 años, que hacen que el bar se rejuvenezca.
UN NEGOCIO FAMILIAR
El negocio familiar, que abrió en 1989 por el padre de Jonathan Rivera, pasó a ser suyo hace 11 años cuando tan solo tenía 25 años, debido a que su padre se jubiló y a él le gustaba estar detrás de la barra y ser su propio jefe.
Resaltan que es un negocio familiar porque además de que pasó de padre a hijo, en el local solo trabajan dos personas: el dueño y su hermana, algo “que aporta plena confianza”, subraya.
Asimismo, tanto el dueño como su hermana, Cristina Rivera, afirman que el bar es su casa, y es que desde que nacieron han vivido en el bar, por lo que el trato con los clientes es familiar porque a la mayoría los conocen de siempre. Admiten que la hostelería es un trabajo “muy sacrificado” y que les gustaría que la gente que acuda “tenga un poco de empatía”.