Ayer fue 6 de diciembre. El de 2022. Y como cada año en esa fecha se declara festivo para celebrar que los españoles nos dimos una Constitución en 1978.
Hace 44 años todo pareció normal cuando un puñado de mentes lúcidas se reunieron durante maratonianas jornadas para encuadrar todas las ideas posibles en un libro que a los que pasamos de los 50 nos hicieron respetar desde el uso de razón.
Y lo hicieron nuestros padres, nuestros maestros y, en definitiva, nuestros mayores porque vieron en esa llamada Carta Magna la esperanza de una vida mejor para nuestro país. Y además lo hicieron convencidos porque izquierdas, derechas y centro se afanaron en hacernos ver que las cosas eran mejor así.
Pueden apostar que, tras el paso de los años, cada día estoy más convencido que la Constitución Española mejora como el buen vino y eso que no ha cambiado prácticamente nada desde 1978. Los que sí hemos cambiado hemos sido todos nosotros y, sobre todo, la forma de mirarla y de mirar a nuestro país.
La clase política actual, sobre todo la alta política, no se parece en nada a la que parió la Constitución y ha ido a peor, a mucho peor desde entonces. Además, muchos manosean nuestra Ley de leyes como si fuera suya y nada más que suya.
La Constitución española es de todos y hay que pensar en que todos, absolutamente todos, debemos respetarla sin condiciones ni amenazas. Y el que no lo crea así se ha equivocado de país y de pretensiones. Quizá solo se afana en manosearla a su antojo para hacernos tragar ruedas de molino.