Entre los ilustres personajes inhumados en Talavera de la Reina, destacan Leonor de Guzmán y Fernando de Rojas, cuyos posibles restos se trataron de localizar en 1892 y 1936, respectivamente. Estos sucesos tienen en común que en ambas exhumaciones participó José Fernández Sanguino.
DOÑA LEONOR DE GUZMÁN
Doña Leonor de Guzmán nació en Sevilla en 1310 y falleció en Talavera de la Reina en 1351. Ildefonso Fernández Sánchez en su Historia de la muy noble y muy leal ciudad de Talavera de la Reina, que imprimió Luis Rubalcaba en 1896, dedica un Apéndice a “Doña Leonor de Guzmán y sus restos mortales”.
En su relato histórico, en unos años plagados de intrigas, venganzas y violencia, nos muestra la relación de Doña Leonor con Alfonso XI de Castilla, con el que tuvo varios hijos. El rey castellano estaba casado con su prima María de Portugal y el hijo de ambos subió al trono como Pedro I de Castilla tras fallecer Alfonso XI el 26 de marzo de 1350 en el sitio de Gibraltar a causa de la peste negra. Doña Leonor terminó recluida en el Alcázar de la villa de Talavera de la reina María de Portugal, falleciendo en el verano del año siguiente.
Pasados dieciocho años de su trágica muerte, un hijo de Doña de Leonor consiguió la victoria en la primera guerra civil castellana, en la que Pedro I perdió la vida, instaurándose así la dinastía de los Trastámara con Enrique II de Castilla.
El historiador citado en su texto no dudaría en señalar que debía suponer que el bastardo y fratricida Don Enrique no se preocupó de los restos mortales de su infortunada madre cuando fue rey, ya que no trató de recuperarlos para darles una apropiada y decorosa sepultura.
La casualidad hizo que conociese en el año de 1892 una hoja en un libro de acuerdos de la Colegial de Talavera correspondiente al año 1767 en la que se indicaba que, al hacerse la pieza que serviría para la Contaduría, se encontraron entre dos paredes sillares los restos de una persona, sin que se hubiese hallado prueba alguna de su posible identidad entre los papeles de la Iglesia.
Se había estimado que los huesos y la calavera podrían ser de una destacada persona o de algún sujeto degollado al estar la cabeza separada, ya que en los reinados de Don Pedro y Don Enrique se hicieron en Talavera muchas “Justicias sangrientas” de grandes personajes, entre ellos Doña Leonor de Guzmán a quien le hizo degollar el primer rey indicado.
Los huesos hallados parecían de mujer o de una persona joven y se volvieron a colocar en el mismo sitio en un cajón de ladrillo con su tapa de piedra, levantándose el acta correspondiente.
A la vista de esta información, Ildefonso Fernández Sánchez solicitó las autorizaciones pertinentes para proceder a la búsqueda de los restos mencionados en el Archivo, antigua Contaduría, de la Iglesia parroquial de Santa María la Mayor, que antes fue Colegial. Verificada la excavación en presencia de las personalidades de Talavera más destacadas de entonces, se extrajeron los huesos allí depositados y se levantó un acta.
Los huesos de la cabeza se encontraron de tal manera fracturados que fue completamente imposible colocarlos en la posición debida por su pequeñez y poca consistencia, que hizo que se redujeran a polvo al menor movimiento.
El resto de los huesos estaban reducidos a fragmentos minúsculos, siendo imposible formarse una idea de su forma y tamaño e impedían ver las características que podrían determinar si era hombre o mujer.
Los médicos Tomás Muñoz y José F. Sanguino firmaron un informe el 5 de mayo de 1892 en el que señalaron que los restos humanos examinados pertenecieron a un individuo de estatura aproximada de un metro cincuenta y ocho centímetros a un metro sesenta y dos; que parecían pertenecer a una mujer, pero sin que se pudiera precisar con toda certeza; estimando que se trataba de una persona adulta que falleció hacía muchos años, pero sin poderse determinar la fecha.
La exhumación despertó un vivo interés en aquellos momentos y fue recogida por la prensa de entonces, como se puede apreciar en el diario de Madrid El Liberal de 6/5/1892. A pesar de las expectativas, el historiador hubo de precisar que, aunque estaba constatado que Doña Leonor murió en la cárcel del Alcázar de Talavera, no había referencias del sitio en el que fue enterrada, que debió ser, dadas las circunstancias de su fallecimiento, un lugar discreto muy distinto al investigado, para finalizar señalando que los restos mortales descubiertos continuaban siendo un enigma y probablemente seguirían siéndolo para siempre.
FERNANDO DE ROJAS
Fernando de Rojas nació en La Puebla de Montalbán en 1465 y falleció en Talavera de la Reina en 1541 donde se había establecido y ejerció de Alcalde Mayor, siendo valorado como un destacado jurista.
Se tenía la convicción que había sido enterrado en la iglesia del antiguo convento de Madre de Dios de Talavera, pero no se sabía dónde podrían estar sus restos tras las reformas realizadas a lo largo de los años, no quedando a principios del siglo XX constancia de algún enterramiento en el lugar.
Durante la Segunda República, el diplomático Luis de Careaga, cónsul de España en Nueva Orleans, solicitó permiso para efectuar algunas excavaciones en la iglesia citada con la finalidad de poder hallar la sepultura del autor de La Celestina.
Los trabajos emprendidos tuvieron éxito y a metro y medio de profundidad en el altar y al lado del evangelio se encontraron el 24 de marzo de 1936 unos restos óseos, a los que siguieron posteriormente los de otras dos personas más, atribuyéndose uno de ellos a Fernando de Rojas tras las investigaciones llevadas a cabo.
El Castellano en sus ejemplares de 20 y 26 de marzo de 1936 dio un amplio detalle de todo este asunto, redactando el director de la hoja del periódico en Talavera igualmente un texto que se incluyó en la revista Blanco y Negro del 12 de abril siguiente.
Sin embargo, estas referencias, de amplio sentido literario e histórico, no recogieron cuestiones técnicas que hubieran sido necesarias posteriormente. La información que quedó disponible en Talavera generó dudas años más tarde acerca del destino de los restos de Fernando de Rojas, pues se llegó a afirmar que podían estar en El Escorial o en Nueva Orleans
En cambio, el diplomático que promovió la exhumación de los restos de Fernando de Rojas precisó que todos los trabajos se realizaron a puerta abierta, levantándose actas de las actuaciones realizadas en presencia y firma de las autoridades eclesiásticas, civiles y militares de Talavera. El pueblo entero desfiló ante los restos, que se guardaron en tres cajas de cobre identificadas en la tapa con inscripciones en letras góticas.
Seguidamente, se colocaron en sus lugares de origen para volver a darles cristiana sepultura. Por último, se cubrieron con la tierra sacada y se colocaron en la parte superior losas de ladrillo procedentes del convento para su preservación.
Estas últimas informaciones posibilitaron que años más tarde se pudiesen localizar los restos de Fernando de Rojas en las actuaciones promovidas por el aristócrata guipuzcoano Femando del Valle Lersundi en busca de datos y recuerdos de su antepasado.
Al investigar en la ciudad, se encontró que el solar de la iglesia donde fueron enterrados el Bachiller, y posiblemente su esposa Leonor Álvarez de Montalbán, iba a ser transformado en teatrillo veraniego.
Puesta la noticia en conocimiento del alcalde de Talavera, se dispuso la suspensión de las obras. El periódico ABC de 10 de julio de 1968 publicó un amplio reportaje sobre la excavación que se había iniciado en la tarde del 30 de mayo anterior y que permitió hallar el cofre que contenía los restos de Fernando de Rojas con las inscripciones góticas que Careaga mandó grabar.
En diversos textos se han destacado los datos obtenidos en los trabajos de los antropólogos forenses que examinaron los restos de Fernando de Rojas cuando se exhumaron en 1936, ya que se carecía de testimonios fidedignos acerca de su imagen y características.
Sin embargo, en las informaciones de los periódicos de 1936 no hay detalles de la labor que realizó el Dr. José Fernández Sanguino como encargado de la exhumación y de certificación de los restos óseos.
La referencia acerca de que el citado médico forense firmó el acta número cuatro que se levantó para acreditar los restos y actuaciones llevadas a cabo figura en un amplio reportaje que había publicado ABC el 8 de julio de 1966 sobre la exhumación de Fernando de Rojas realizada hacía treinta años, señalando que se imponía comprobar si continuaban en el mismo lugar, como se hizo dos años más tarde.
Asimismo, se cita al médico Luis Fernández-Sanguino que había firmado igualmente las dos actas anteriores. El periódico madrileño basó esta información en los datos que Luis Careaga había publicado en 1938 sobre sus “Investigaciones referentes a Fernando de Rojas en Talavera de la Reina” en la Revista Hispánica Moderna.
Los restos de Fernando de Rojas permanecieron durante diez años en el despacho del alcalde de Talavera hasta que se llevaron al claustro de Santa María, excepto algunos de ellos que reposan en su lugar natal en Puebla de Montalbán.