La karateka talaverana es siete veces campeona de Europa, dos veces campeona del mundo y tiene la medalla olímpica, con la cual se hizo con el oro el pasado verano, en Tokio 2020.
Hace un mes, se retiraba oficialmente del mundo del karate por todo lo alto: ganando el oro en los juegos mundiales.
La talaverana, a sus 40 años, ganó el único gran torneo que le faltaba, superando en la final a la japonesa Hikaru Ono (27.00-27.92), para retirarse con un broche dorado como su trayectoria, considerada por la Federación Mundial como la mejor de la historia.
Su primera medalla fue Plata en el Nacional de Karate de 1999, lo que ella no sabía entonces es que se convertiría en referente y sería invencible.
“Yo soñaba con salir a jugar, con pasármelo bien, con divertirme… Cuando empecé a competir, el objetivo no era conseguir más medallas”, explica Sandra Sánchez en Reflexiones Inspiradoras.
La talaverana cuenta que no se esperaba llegar a donde ha llegado, y que recuerda las competiciones que hacía de pequeña como un juego, rememorando los momentos que vivía con sus compañeros, pasándoselo bien.
En 2021 fue la consagración, con la triple corona. Sandra se proclamó en mayo del año pasado campeona de Europa por séptima vez consecutiva y en agosto se colgó el oro en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020: el gran desafío, en el Budokan, en la cuna del karate.
“Cuando llegamos a la villa… ¡qué emoción! Nuestros primeros Juegos Olímpicos, los primeros para el karate. ¡En Japón! Íbamos a competir en el Budokan, el templo de las artes marciales… Para mí, todo era superespecial, superbonito… Además, con todo lo que significaba para el karate”, añade.
La karateka afirma que ella no sería quien es si no fuera por este deporte, y que además de ser una forma de vida “es super importante tener un buen maestro y yo tuve la suerte de tener al mejor. Javier Pineño me transmitía valores a través de su ejemplo. Lo veía y lo tenía claro: quería ser como él”, asegura.
Después, siguió entrenando con Jesús del Moral, que según afirma “sigue esa línea de transmitir los valores a través del ejemplo”. Juntos han puesto patas arriba el mundo del karate: “Hemos creado un sistema de entrenamiento. Dentro del mundo del karate el tema de la preparación física no estaba explotada y nosotros desarrollamos mucho eso. Ha sido un trabajo de ensayo-error y yo era el monillo de laboratorio con el que Jesús hacía sus experimentos. Pero también él tuvo que aprender mucho de mí”.