Se va una semana maldita. Es la percepción de este viejo vate a unos días donde el calor se ha cobrado unas cuantas víctimas y la tierra arde por los cuatro costados. Una semana de inútiles enfrentamientos en el Congreso por el estado del Debate de la Nación mientras la guerra entre Rusia y Ucrania sigue amenazando al mundo globalizado, que sigue dependiendo del trigo, el gas y el petróleo de los dos países en litigio. Para más sorna, los digitales de toda España se enzarzan con el asunto de los audios del Inda, el Ferreras, el Villarejo y Cía. ¡Qué caterva, amigos!
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
Ya lo escribió mi admirado —y de toda persona de bien— Machado para advertir —muy enojado— cómo se descomponía nuestra querida España. Da lo mismo, aquí seguimos erre que erre con el atraso moral e intelectual de una sociedad que recula y se atrinchera como si no hubiese existido un pasado deleznable de dolor y de miserias. No aprendemos nada y así me lo transmite mi vate, El Ciego del Berrenchín en su soneto de hoy:
¿Otra vez las dos Españas?
Por si teníamos pocas desgracias
—una pandemia, guerra y la inflación—
llegan incendios, arde la nación.
Si lideramos burdas democracias
y tenemos nefasta oposición,
sacamos de la manga a las primeras
—con el Inda, el Villarejo y el Ferreras—
falsarias noticias en La Razón.
Hemos vuelto a la España de Machado
y en nada habrá de helarse el corazón,
pese a estar en plena ola de calor.
Triste destino. Da la sensación
que muy poco o nada hemos avanzado
y no hay doctor que cure este dolor.
Si (
No(
