Esa denigrante frase, que parecía haber pasado a mejor vida, vuelve a ponerse de moda cada cuatro años cuando se oye el zafarrancho de combate de cara a la batalla por las urnas.
Desde hace meses huele a elecciones en este país. Y no porque se hayan celebrado ya en Castilla y León o Andalucía, sino porque el vértigo de la vida actual nos lleva en volandas hacia el siguiente reto que está a la vuelta de la esquina. No hay descanso.
En esas dos citas electorales ganó el PP, la primera con la mochila de VOX a cuestas para regocijo de los ayusistas y la segunda sin ella, para escozor de los mismos.
En ambas ocasiones venció quien mandaba, quien era presidente. Anotado queda. En el resto de Autonomías está por ver si hay cambio o se afianzan más los que ostentan las presidencias, pero me da que será esto último.
Entre otras cosas, porque la gente de este país ya no quiere riesgos. Está la cosa tan delicada, que los experimentos se han dejado para las gaseosas y, a veces, ni para eso.
Por eso, lo de ‘niños o niñas, al salón’ solo tiene el significado de llamar a filas a quienes deben o quieran presentarse como candidatos y candidatas a los diversos cargos que se ponen en liza: presidente de la autonomía, presidente de las diputaciones y alcaldes.
En eso deberíamos estar pero algunos prefieren esconderse tras el burladero para ver los pitones del morlaco por encima de las tablas y parapetado por el capote. Vamos, con el acojone por bandera.
Eso, lo de estar atormentado por el miedo, le pasa a alguno que ha asomado demasiado la cabeza y ahora no sabe si tirar para delante o estarse quieto.
Es lo que tiene asomar el pescuezo, que te arriesgas a que te lo corten cual gallito de corral.
Al pollo en cuestión en unos meses igual no le queda… ni la fábrica de chocolate.