Créanme si les digo que en política (como en la mayoría de otros oficios) se vive muchas veces del engaño, la farsa, la adulación, la falsa sonrisa y las promesas incumplidas. Aunque ya nos lo advirtió el catalogado como “viejo profesor” Tierno Galván: “en política las promesas están para incumplirlas”.
Hastiados de la situación social, derivada de una pandemia, una subsiguiente guerra y una deriva económica que no recordábamos desde la etapa de los 80 del pasado siglo, cabe reconocer el que Sánchez se ha abrazado a un discurso próximo al populismo latinoamericano. Tan próximo que ya suena a los términos de las arengas y moniciones que su colega venezolano predica, el señor Nicolás Maduro, justo sucesor del creador de esa extraña forma de manejar masas a costa de arruinar la economía. Sin que nadie se dé cuenta, salvo pocos.
Sánchez, el presidente, ha “madurado”. Ha tornado a una mirada hacia su flanco izquierdo ante el peligro de que su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, le robe votos para unas elecciones que se van oteando en el paisaje. Era vital, pues, el tomar medidas que expuso en el pasado “Debate sobre el estado de la nación”, en el que anunció cargas impositivas extra a bancos y eléctricas. Ja. Como si ese fuera el medio de luchar contra una inflación descomunal. Eso es populismo robado al comunismo. Así de simple.
¿O acaso nuestro presidente piensa que se puede elevar la carga fiscal a dos sectores que, además de internacionalizados, son pilares básicos para nuestro bienestar?
La transfiguración de Sánchez en una suerte de Maduro europeo, contenta a quien, indirectamente, va a pagar los platos de esa cena -léase en términos económicos- clase media baja y clase baja. Los precios de los combustibles incrementan, (y de qué manera) con lo cual, el de la logística, que nos trae las lechugas, las sandías y todos los bienes de primera necesidad, hace lo propio. Hasta el papel higiénico que tanto nos gusta acopiar en todas las crisis. Porque todos los costos se repercuten en el precio final del producto. Y para entender eso no hay que haber estudiado Económicas.
En fin, que esa “madurez” (irónica, claro) de Sánchez respecto a sus nuevos anuncios no dejan duda a que es un guiño a la “izquierda a toda costa” que existe y existirá, pero que pregona mucho y soluciona poco. Que lanza grandilocuentes mensajes, pero que no alcanza el origen del porqué del problema. Que parchea con medidas paliativas una situación que se estancará en el medio plazo. Porque a corto plazo esto no lo soluciona nadie. Ni Feijóo. La gran esperanza para quienes votan al PP.
Pero tampoco “madurando” nuestra sociedad, como pretende Sánchez. No se extrañen por que el precio de la luz se incremente. O el de las comisiones bancarias. No se puede, en un mundo occidentalizado como el nuestro, obviar a las empresas que, nos guste o no, son tan necesarias como el gazpacho en verano. Puede que no sea de nuestro agrado, pero atacar a las empresas punteras ya internacionalizadas (repito) es pegar palos de ciego a una piñata que ni se sabe lo que contiene.
Siga así de engreído, presidente. Su “brillantez” y “madurez” está siendo trasladada a todas las embajadas del mundo occidental, para espanto de inversores y resto de dinamizadores de la economía.
Pero recuerde: de la “madurez” a la podredumbre hay sólo un paso. Si se empecina en esa postura, terminará cayendo como una fruta a la que el árbol ya no soporta. Por inútil o putrefacta.
No siga el camino de su colega dirigente de Venezuela, quien, a ojos de cualquier analista objetivo, no aguantaría en el cargo ni un mes por sus desaforadas formas de hacer política.