Se celebran este año los 40 años de la entrada en vigor del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. Sin entrar en si tenemos algo que celebrar por cómo es tratada Talavera y su comarca respecto al resto de “Comunidades” de la región en la que fuimos ubicadas, sí que me gustaría poner el foco en la reforma el Estatuto que nunca llega: el reconocimiento de las Tierras de Talavera como una comunidad supramunicipal dentro de la región.
Esto no sería baladí. Significaría, además del reconocimiento explícito en el propio Estatuto, que las Cortes de Castilla-La Mancha pudieran regular, mediante una Ley, las relaciones de colaboración y cooperación de la Junta de Comunidades con las Tierras de Talavera. Y eso abriría la posibilidad a un mayor autogobierno de nuestra comarca.
Todo esto, que a mucha gente le parecerá una locura y unas ansías independentistas, no deja de ser un desarrollo del propio Estatuto. Nada descabellado, sobre todo cuando llevamos 2 legislaturas escuchando al presidente y a destacados miembros de su partido pidiendo eso mismo al gobierno de la nación para Castilla-La Mancha y prometiéndonos que iban a reformar el Estatuto para conseguir esta reivindicación para las Tierras de Talavera.
En estos 8 años de gobierno de Page no sólo no se ha modificado el Estatuto para esta petición, sino que tampoco se ha deshecho la reducción de representatividad en las Cortes, modificada por Cospedal y Rajoy, que le costó la renovación en el cargo a María Dolores y que le costará lo propio a Emiliano. Al tiempo.
Y es que esto de modificar el Estatuto es otro claro ejemplo de la falta de palabra de nuestra clase política dominante. Se les llena la boca de bonitas palabras para contentar a todo el mundo cuando están a la caza del voto y, sin embargo, una vez que ya están en sus cómodos sillones cambian su discurso al <<modo excusas>> para no cumplir lo prometido.
Cada vez cansa más ver los actos de autobombo de unos y la falsa comprensión de los otros según estén en el poder o en la oposición porque el resultado, al menos para nuestra tierra, es el mismo: ná de ná.
Luego nos quejaremos de la desafección política y de la aparición en posiciones de poder (si es que alguna vez desaparecieron) de posturas retrógradas ultraderechistas.
El único consuelo que nos queda, por lo menos a mí, es que la sociedad civil sigue organizada y dando guerra.
Espero que sigamos así pase lo que pase.