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Pues a mí me han contado que...

Pues a mí me han contado que...

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Matar al mensajero. Esa parece ser una de las peores costumbres de la clase política de este país, no sé si por tradición o por falta de cultura democrática.
Lo cierto y verdad es que, en el pasado el PSOE y en la actualidad el PP, prefieren ‘cargar las tintas’, ojo a la expresión, contra los medios de comunicación para salvar sus vergüenzas. Y no es de recibo, la verdad.

En este bendito mundo de la comunicación, la información tiene tanto poder que el pasado puede ser un lastre difícil de soportar. Y todos lo tenemos.

El pasado viernes, en el programa de mi querido amigo Jesús Olmedo, no pude contenerme en decir que este país es un país de sinvergüenzas. No por lo que haya saltado a la luz pública recientemente o lo que ya surgiera, que surgió, años atrás con otros colores, sino porque la sombra de la duda sobre los que ejercen la Política en España casi siempre queda impune. Y es que si se sacara todo lo que hay y ha habido... ¡Uf!. Si se abrieran muchos cajones... más de uno/a entonaría el ‘tonto el último’.

No entraré a valorar la autenticidad de los ‘papeles de Bárcenas’ que publica El País, no es mi competencia. Lo que sí aprecio es el malestar de la calle, de esos votantes –de izquierdas y derechas– que están hartos de leer, escuchar y ver los casos de corrupción un día sí y otro también.

Cuando escribo estas líneas acaba el Día Mundial contra el Cáncer y, realmente,sí les digo que eso es un problema. A todos nos ha tocado, más o menos cerca, esa enfermedad de la que se puede salir pero también se ha llevado por delante a muchas personas.

Así, hablar de crisis financiera; de el país; más de 270.000 en Castilla-La Mancha; de casi 15.500 en Talavera o de recortes diversos y cierres de servicios parece una broma, pesada, pero broma.

Claro que a los que aquí estamos día a día, en la calle, pagando impuestos, intentando llegar a fin de mes y asumiendo nuestras facturas nos corroe la sangre comprobar cómo, en muchas estancias nobles, no pasan apuros. El desasosiego de la plebe se parece mucho al sufrimiento de un enfermo. A esas personas que sufren el cáncer les da vergüenza ajena que unos pocos vivan bien y desdeñen la vida de muchos. La lejanía con que los españoles perciben a la clase dirigente, sea del partido político que sea, empieza a tornarse en desprecio y puede convertirse en respuesta incalculada. Vivimos penando, por nuestros errores y, lo peor, por los ajenos. Ayer, muchos recordarían aquello de “la muerte está tan segura de su victoria que te da una vida de ventaja”. Hagan el favor de dejarnos disfrutar el tiempo que nos ha tocado vivir.
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