Sé del dolor —y hasta me lo puedo imaginar y compartir— y la frustración que sienten los aficionados del CF Talavera tras la humillación que el pasado sábado sufrió el equipo ante la Cultural y Deportiva Leonesa. Y entiendo que ahora se “pidan cabezas” —sirva como metáfora— en redes sociales, programas de radio y hasta en conversaciones de bar. “Que si tú, el otro, el de la moto… sois culpables”. Y debe haberlos, no lo dudo cuando no ha habido una buen planificación del cuerpo técnico, la plantilla, las bajas en plena temporada y los relevos. Si quieren —porque lo tengo escrito y el director da el OK— se lo hago público en otra oportunidad. Estoy convencido que a más de uno le va a sorprender. Pero no, en absoluto voy a desgranar en esta ocasión esas cuestiones. Hoy voy por otro lado. Me explico.
Tengo la buena costumbre —mala más bien— ahora que ya estoy jubilado de navegar por las redes sociales que hablan de Talavera —mi ciudad aunque nunca me llamen los políticos para dar o presentar el pregón de Ferias— y del mundo del deporte —al que he estado ligado toda mi vida— y, por ende, con todo lo relacionado con el fútbol.
Hace algún tiempo dejé impreso en una servilleta a los amigos de la peña blanquiazul “Talaplaza” —sita en la talaverana Plaza Poeta Jiménez de Castro, concretamente en el bar que regentan Vero y Miguel— que este equipo de hogaño era carne de cañón en esta temporada. Y así ha sido, y no me alegro de ello. Julián Salvador Erustes fue el depositario del documento, con Paco, Miguel o Seco de testigos, y puede ratificarlo o desmentirlo. En la víspera de la Feria de San Isidro, don José Gutiérrrez y don David Gómez Arroyo, también.
Pero no era esto a lo que me quería referir y sí a lo que estoy leyendo —incluso escuchando— en determinados foros, en los que pienso se están sacando las cosas de madre con insultos desproporcionados hacia los profesionales que han defendido —peor o malamente— la camiseta blanquiazul esta temporada. Ni lo comparto, ni lo justifico, ni lo voy a defender.
Una afición —y ciertamente no son todos— que ha sido ejemplar fuera y en casa durante toda la sufrida temporada no puede caer tan bajo. No voy a repetir aquí las lindezas que he podido leer y hasta escuchar. No es de recibo cuando no hace tanto tiempo esos mismos jugadores que hoy son insultados eran jaleados y vitoreados al regreso de Villanueva de la Serena. No es ése el camino.
Y sí, claro, habrá algunos de los que lean estas líneas que me pondrán a caer de un burro. Me da lo mismo, ése será su problema. El mío es intentar dejar las cosas en su justo espacio. Los valores del deporte se los he visto escritos a los que en estos momentos los están pisoteando. Lo que a mí me enseñaron desde chico —y voy ya camino de los 70— sobre el deporte es que se trata de un medio apropiado para conseguir valores de desarrollo personal y social; afán de superación, integración, respeto a la persona, tolerancia, acatación de reglas, perseverancia, trabajo en equipo, superación de los límites, autodisciplina, responsabilidad, cooperación… Si no respetamos esto es que no nos respetamos ni a nosotros mismos.
Y quiero concluir con un soneto para la ocasión. Disfruten de la semana y disculpen si estiman que estas líneas son una osadía por mi parte.
No más insultos
Ayer eran héroes, hoy villanos.
Es el precio del triunfo y del fracaso.
El claro amanecer y el negro ocaso
es del deportista; somos humanos.
Es muy cierto que duelen las derrotas.
Mucho más que sean por goledadas,
sobre todo si son inesperadas…
¡Que el insulto se quede en tuercebotas!
Es mi pensar. Te ruego aficionado
que comprendas que son ellos personas
y no es grato sentirse ajusticiado.
Yo creo que no es pedir demasiado.
¿Lo entiendes amigo; y lo reflexionas?
Gracias sinceras si estás de mi lado.