El año de 1992 —cuando están a punto de cumplirse 30 años más tarde lo vamos a recordar— está marcado en la HISTORIA DE ESPAÑA con letras de oro. Simplemente vamos a recordar que nuestro país organizó con éxito unos Juegos Olímpicos y una Exposición Internacional y llevó el tren de alta velocidad de Madrid a Sevilla. Pero esto traducido a nuestra querida Talavera de la Reina fue, pensamos, un annus horribilis. Y este año de gran infortunio tiene entre nosotros un nombre: Francisco Javier Corrochano Moreno, por entonces alcalde de la Ciudad de la Cerámica. ¿Y por qué, se preguntarán nuestros lectores más jóvenes? Pues he aquí la respuesta. Era el 6 de julio de dicho año y el entonces alcalde se vio obligado a dimitir. Se convertía así en el segundo alcalde de la democracia que no completaba legislatura; el primero fue Jesús García de Castro, fallecido en 2014. Y se seguirán preguntando ¿cuáles fueron los motivos? Se los seguimos explicando.
Javier Corrochano había accedido a la alcaldía el 15 de febrero de 1990 tras presentar una moción de censura a los centristas Luis Antonio González Madrid, que gobernaba la ciudad con la coalición del PP y 2 ediles del PC. Se había marchado ya Tello del PSOE y había fundado ACTAL, por lo que Corrochano era cabeza de lista en 1991. Se afrontaba una etapa en la que ni Talavera ni la propia España atravesaban por buenos momentos sociales y económicos, como se desprende de esto: “El 9 de agosto de 1991, las cabeceras más influyentes de España —a excepción de ABC— destacaban los resultados del informe del Banco de España para la economía del país. "Atonía, débil crecimiento, fase baja del ciclo económico". Eran algunos de los calificativos que incluía el documento oficial, y que pronosticaban un futuro inmediato gris e incierto para la población española. Acababa de finalizar la Guerra del Golfo y, si bien las tensiones petroleras todavía latían de fondo, el manto de la recesión tardó un par de años en cubrir España, pues el país andaba preparando la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992”.
En nuestra ciudad las fuertes críticas a su gestión habían desembocado en la creación de una plataforma ciudadana a cuya cabeza figuraba la dirigente vecinal Encarna Barrero. Había nacido “Nosotros Talavera”, cuya lucha se centraba contra la marginación que sufría la ciudad en Castilla-La Mancha. La tensa situación del momento sería aprovechada por miembros del grupo socialista en el Ayuntamiento, dicen que apoyados por algunos miembros de la Ejecutiva regional para mover el sillón a Corrochano. Un hecho que fue reconocido por el propio alcalde que llegó a manifestar que “yo había sido elegido para resolver los problemas de los talaveranos y no podía estar a dedicar más tiempo a los del grupo municipal”. Entre éstos, el asunto de las liberaciones de alguno de ellos como la de Juan Sánchez Ostos.
Corrochano, Moltó e Isidro Flores en una foto que después daría mucho que hablar y que escribir. FOTO/BISAGRA
Tamaño lío había llegado a los oídos del entonces presidente de la región, José Bono, que para acallar algunos gritos —entre ellos los de Nosotros Talavera que aglutinaba en su seno fuerzas sindicales, políticas, estudiantiles, vecinales y empresariales— y un último empeño por convencer a Javier Corrochano de que no dimitiera —algo que nunca le pidió personalmente—, prometió nada menos que una inversión de 7.000 millones de las pesetas de las de entonces en la ciudad. No fue suficiente y Javier dijo “basta”.
No podía más con las presiones internas de los Camacho, Castañeda, Eusebio Sánchez o el propio Isidro Flores, que a la postre fue su sustituto. Sobre ello dejó una afirmación rotunda: “Yo no servía para dirigir el gobierno municipal a golpe de látigo”. Corrochano admitía su incapacidad para revertir la situación, sobre todo en la relativa a las relaciones personales con sus propios concejales, llegando a afirmar que “no son lo suficientemente fuertes como para permitir un trabajo en común”.
Indagando en las hemerotecas de la época, en las que se comentaba que Isidro Flores y Hernández Moltó urdieron un plan para el desembarco de González Madrid y otros en el PSOE, Javier se negó a reconocer que su salida fue como víctima del partido socialista y se limitó a decir que con su marcha “evitaba la división interna del PSOE”. Seguramente ésta sea una frase cierta, pero no es inventado el dato de que por entonces Javier ya había perdido mucho poder en el partido, tanto en Talavera como en la comarca y en la provincia.
Ríos de tinta corrieron en esos tiempos y en la mayoría de ellos dejaban la imagen de un Javier Corrochano resignado. El propio José Bono llegó a definirle como “un hombre bueno y bondadoso” mientras que el propio dimisionario se limitaba a afirmar que “acaba mi carrera política en el Ayuntamiento de Talavera porque no intenté permanecer en ella a cualquier precio y con cualquier compañero”. De lo que en ellas haya de sinceridad, únicamente él lo sabe en conciencia.
Sí podemos ratificar que en su despedida llegó a decir —emulando a Camus— que “el solo esfuerzo de cada día vale para llenar el corazón de un hombre”. No solo dimitía como alcalde, también de concejal y a su vez solicitaba su inmediata reincorporación como profesor y a dedicarse a la familia, entre otras razones porque “seguramente son mis únicas certidumbres” dijo.
Y en su marcha dejaba constancia de que le había dado tiempo a cumplir el 60% de su programa, que a juicio de “Nosotros Talavera” no está contrastado por sus demandas que reivindica la creación de varios centros universitarios, un nuevo polígono industrial, una ciudad deportiva, la ampliación de la residencia sanitaria, la modernización del Mercado de Ganado y la inclusión de la ciudad en el programa “A plena luz”.
Javier junto al ya fallecido Emilio Niveiro.
LAS REACCIONES
Duro, muy duro, se mostró el único edil de IU en el consistorio talaverano, Nazario García. Pese a calificar la dimisión como “desde el punto estrictamente personal hay que sentirlo y tiene que sentirse triste, pero en la moción de censura que le llevó a la alcaldía escribió lo que iba a ser su destino”. Y sobre el futuro afirmaba que “lo veo con esperanza y se empieza a mirar con planteamientos más progresistas”. Estaba claro, o eso parecía, que Nazario tendría responsabilidades en el próximo equipo de gobierno que encabezaría Isidro Flores. Pero esto es ya otra historia.
El entonces portavoz del PP, lamentablemente ya fallecido, Emilio Niveiro, comenzaba por decir que “se confirma que en el grupo municipal hay quien no le ha dejado de trabajar” y sobre el futuro no se mostraba muy esperanzador, “no nos merece credibilidad que el grupo socialista sea capaz de enderezar este Ayuntamiento”, y asimismo echaba un piropo a Corrochano, “podría haber sido un buen alcalde”, decía.
Finalmente Pablo Tello, que tampoco está ya entre nosotros, fue el más rotundo y se atrevió a afirmar que “ya desde la toma de posesión le estaban haciendo la cama y se le marginó desde todos los órganos de decisión”. E iba, aún, más lejos “no le han dimitido los talaveranos, le han dimitido las gentes de Albacete, que se han hecho con esta región como si fuera su finca”, en clara alusión al por entonces su enemigo irreconciliable José Bono. Y sobre lo que ahora vendría dejaba una frase lo que por entonces se veía en televisión, “mucho muslo y mucho pecho pero poco contenido”.
Se ponía así punto y final al gobierno municipal de Francisco Javier Corrochano Moreno en Talavera de la Reina. Algunos cronistas políticos de la época venían a decir que “Javier Corrochano se ha visto obligado a dejar la Alcaldía. Los continuos enfrentamientos con su grupo de concejales y la falta de apoyo de su partido, el PSOE, le han forzado a abandonar el sillón por el que llegó a enfrentarse a Toledo. Durante meses Corrochano ha conocido la soledad del poder, las críticas públicas de sus compañeros de grupo y partido que le han desprestigiado y convertido en el culpable de la marginación que los talaveranos dicen sufre su ciudad”.
Isidro Flores López sería quien ocupara el cargo. Un cargo que, asimismo, tampoco fue un camino de rosas. Pero de esto nos ocuparemos, posiblemente, en otro capítulo.