La polémica suscitada a costa del tenista Novak Djokovic, su expulsión de Australia y, por consiguiente, la no participación en el torneo aussie nos ha llegado a todos.
Su negativa a vacunarse le saldrá caro, muy caro… tanto como nos saldría a todos su ejemplo y aliento a los negacionistas en estos tiempos revueltos.
De hecho, el juego de palabras con que título estas líneas no puede ser más elocuente aunque se trate solo de eso, un juego, porque miles de ‘memes’ ya han hecho el trabajo por mí en las redes.
La seriedad de la situación, con más de ocho millones de contagiados en España y personas que siguen muriendo, no es baladí como para tomarse este tema a chufla.
El tenista tiene todo el derecho del mundo a no vacunarse, igual que los que niegan la pandemia, pero todos los demás tenemos derecho a seguir viviendo con las mayores garantías y su actuar no va sino en contra de ese derecho general que está por encima del particular.
La mayor ejemplaridad hacia el deporte y la ‘vida purificada’ que tanto defiende está en homenajear a los millones de infectados y cientos de miles de muertos que el COVID ha dejado ya en nuestra memoria. Lo demás son pantomimas y cortinas de humo.