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En defensa de occidente

En defensa de occidente

Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El Sistema, y de reciente aparición “Psicología de virtudes y pecados”, de editorial, Letras de autor

lunes 27 de diciembre de 2021, 13:53h

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Nuestros conocimientos científicos nos demuestran que ya se ha producido el Solsticio de invierno en el hemisferio norte, esto ha sucedido el pasado 21 de Diciembre según el calendario cultural fijado por un papa, Gregorio XIII. En ese día es cuando realmente ha dado inicio el año 2022 (ya sabemos que son los años marcados por los Cristianos desde la fecha en que apareció su Profeta-Dios), si bien el calendario oficial establecido por dicho papa no fija el nacimiento del año hasta el 1 de Enero, once días después del astronómico. Pero por su fuerza cultural, económica y militar, este es el calendario que en la práctica se ha impuesto y es usado por las instituciones y grandes compañías en todos los estados, y que marca de fondo el funcionamiento de todos los seres humanos.

Se puede comprobar que aún no hemos adoptado por la humanidad un calendario técnico científico que nos pueda valer a todos para medir el ciclo solar. Aquel que está definido por la rotación del planeta Tierra alrededor de su astro rey. En el hemisferio norte comienzan a crecer los días y a menguar las noches, por eso el pasado 21 se ha producido la noche más larga y el día más corto, mientras que en el hemisferio sur ha sido justo lo contrario. Éste sí que es un cambio real de ciclo y que irremisiblemente nos alcanza a todos. Deberíamos ponernos de acuerdo, con ello nadie sufriría imposición cultural alguna, y aceptar el cambio en el calendario y fijar el nacimiento del año en esa fecha, porque es científico. De esa forma dispondríamos de un calendario que no devendría de cultura mítica alguna, sino de un hecho astronómico, y por ello, biológico y psicológico, que rige por igual a todos los seres humanos. Con el fijaríamos mejor fechas exactas válidas para todos en las transacciones, negociaciones, y la fijación de los horarios comerciales, la datación de los vuelos de aviación, y demás medios de transporte.

Por este y otros temas quizá más importantes, no es menos cierto que siempre ha existido un conflicto larvado entre muchas de las ideas, costumbres, tradiciones y aplicaciones prácticas del llamado Occidente, y las tradiciones y culturas del resto del planeta. Tampoco las demás civilizaciones disponen de formas culturales ni siquiera parecidas, pero todas se oponen a esta cultura. Ya sabemos que es por enfrentarse a un enemigo mucho más poderoso que parece que provoca en ellos una cierta amistad y alianza práctica. No hacen falta muchos estudios para saber que si no fuese tan fuerte la cultura Occidental, y les dominase y vinculase tanto, entre ellos comenzarían conflictos manifiestos al instante unos contra otros. Las líneas de demarcación están bien claras y definidas desde casi siempre: Entre India y China. Entre Rusia y todos sus sures, Japón, China y Corea, los países Islámicos, y el ya tradicional contra los países católicos de su frontera occidental. También entre India y Pakistán. Entre China y todos los pequeños al sur y al este. Quizá entre China y Japón. Y un sin fin de pequeñas culturas que, más que imponerse a las demás, desearían seguir con sus viejas tradiciones y marcar el calendario que más les satisfaga por sus mitos.

Ese conflicto entre nuestro modo de vida y el combate contra el mismo de todo aquél que no se sienta occidental parece que quiere reavivarse en estos pasados años, quizá desde finales del siglo XX. Ya hay muchas voces que pregonan la oposición a ciertas ideas, costumbres o modos de hacer de Occidente. En varios estados, es cierto que no hay un decálogo oficial de oposición o lucha abierta, pero sus decisiones políticas sí marcan claramente un rumbo, sino en aparente colisión contra nuestra forma de ser y pensar, sí la aplicación de políticas diferentes a las propuestas por nuestros representantes políticos. Y todos sabemos que aunque no pretendan la colisión frontal, si dos gallos pretenden señorear un mismo corral (el planeta es limitado y sin escapatoria exterior, de momento) el enfrentamiento entre todos los que pretenden dominar a las gallinas se producirá antes que después.

La conclusión es evidente, no podemos fijar cuándo, pero es patente que el enfrentamiento entre Occidente y otras formas de pensar y con planteamientos políticos diferentes se va a producir, y, quizá, antes de los que deseásemos. Mi deseo es que no se debe producir nunca, pero el remedio no está en nuestra mano. Está más en los que pretenden desafiar nuestra estructura de pensamiento. Por mi parte solo puedo aportar estas humildes líneas con el fin de clarificar teóricamente el tema.

Soy de occidente, y voy a defender a éste con uñas y dientes. ¿Porque sea mi cultura y deba defenderla? También. Pero en mi ánimo pesa y prima mucho más La Razón, El Conocimiento con mayúscula, la certeza de que Occidente es, con mucho, La cultura mucho más desarrollada y sabia que las demás, y la que, con las modificaciones que incluso deben aportar a ella los que la critican, ha de prevalecer para Hermanarnos a Todos. Y que toda la Humanidad se organice con un único objetivo: Defender a toda la Especie Humana en el planeta Tierra para la mejor supervivencia y convivencia posible entre todos los seres humanos.

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