Esta mañana el viejo marino está preguntón:
—Algunos, por nuestra edad hemos tenido más años de gobierno socialista que de cualquier otra ideología. Aquel PSOE era respetado por afines y adversarios. Con sus luces y sus sombras, nadie puede discutir que en aquellos años se produjeron muchos de los cambios y avances sociales que hemos visto; aunque también no faltaron escándalos y sucesos controvertidos que acabaron con el gobierno socialista.
Las preguntas son ¿Qué ha pasado para que ahora un nuevo gobierno socialista levante tanta contestación y sea objeto de una valoración tan baja? Y consecuentemente ¿Por qué es tan diferente este PSOE al de Felipe González?
La joven profesora da un pequeño respingo y comenta:
—Los tiempos y los personajes son muy diferentes, ambos llegan al poder muy jóvenes, pero mientras Felipe González, tenía una visión Estado y desarrolló una política socialdemócrata, Pedro Sánchez ha demostrado ser un personaje abyecto, con una visión cortoplacista y capaz de mentir descaradamente, cambiando de discurso sin arrugarse sólo por mantener el poder.
Otra paradoja es que, actualmente, con la aparición de nuevos partidos, en la derecha, centro e izquierda parecería que contamos con un escenario más plural a la hora de votar, pero eso ha sido un vano espejismo porque tenemos más radicalización, hasta haber creado una situación binaria de amigos-enemigos. El PSOE y Unidas Podemos continuamente no dejan de desplegar acciones en las que no pretenden vencer en una contienda electoral, sino la absoluta destrucción de adversario.
En esta etapa, se ha perdido todo el espíritu de consenso y la visión de Estado. Se ha enterrado con campañas emocionales y manipulación del electorado.
La era de Rodríguez Zapatero fue el momento de inflexión. Rompió con el sentimiento de concordia de la Transición, cuestionó temas delicados, traspasó líneas rojas, como la legalización de los antiguos etarras sin una exigencia formal del abandono de las armas, sin perseguir ni juzgar alrededor del 40% de sus crímenes, ni exigir una petición de perdón por esos crímenes en democracia. Fomentó el independentismo y volvió a romper el consenso de la transición, abriendo el «guerra civilismo» con su ley de la memoria histórica.
Lo que tenemos ahora son los «lodos» de aquellos «polvos».
Aquel gobierno del PSOE, añadiendo una pésima gestión económica en todas sus áreas, parecería que —como Zeus, para vengarse de Prometeo—, le regaló a Pandora la caja que contenía todos los males del mundo. Rodriguez Zapatero y su gobierno la abrieron y empezaron a surgir muchos de los estragos actuales.
Como en aquella caja, cuando Pandora logró cerrarla, sólo quedó el «espíritu de la esperanza», ahora a nosotros solo nos queda la vana esperanza de que en algún momento se entre en una nueva senda, la de un gobierno menos emocional, más racional, sin improvisaciones y que se haga más hincapié en la gestión, en reducir las desigualdades entre territorios y que todos los españoles tengan las mismas oportunidades, con independencia de la Comunidad en la que se viva. En definitiva, una política de Estado
El marino sigue:
—Es cierto que las desigualdades territoriales y lejos de acortarlas, lo que se está es ahondarlas. Este es un espectáculo obsceno y bochornoso, solo para que Pedro Sánchez pueda seguir en La Moncloa.
Dar prebendas, más competencias y dinero en un trato de favor, por ejemplo, a catalanes y vascos; enfrentar a unas regiones contra otras puede ser un boomerang, no es el camino y hace poco por el Estado de Derecho.
Todo esto quiebra la democracia porque, a pesar de lo que nos quieren vender, la democracia no se trata de votar. ¿En cuántas dictaduras no se vota periódicamente?
Un país democrático se distingue por cosas muy sencillas, conocidas por todos y algunas de ellas, más pronto que tarde, deberemos resolver.
Como acercarse a una persona un voto. Lo que no ocurre en nuestro país. Tenemos algunas provincias en las que su voto vale hasta tres veces que en otras. Se dirá que todos los sistemas electorales son imperfectos, pero éste ha perpetuado algo que empieza a ser antidemocrático.
Otra es la igualdad de derechos de los ciudadanos en cualquier parte de su territorio. La desigualdad territorial no es nueva, muchos de esos déficits vienen de antaño. Aunque en la democracia, lejos de resolver esas diferencias, las ha ahondado, por favorecer a unos territorios sobre otros.
La separación de poderes e independencia judicial, otro de los pilares de la democracia y que ya, con aquel «Montesquieu ha muerto» de Alfonso Guerra ya le dio una tarascada y que ahora va en aumento.
Interviene la joven profesora:
—Al final, a pesar de todos estos comentarios, no podemos poner en duda que nuestro país es una democracia, aunque hay que acometer algunos cambios, sino queremos alejarnos de ella y limitar su calidad y naturaleza.
Precisamos abundar en el Estado de Derecho; proteger la seguridad jurídica, con absoluta garantía de que las leyes se ajustan a la Constitución y que su cumplimiento sea obligatorio para todos, incluidos los políticos y los independentistas.
Alejarnos del enchufismo, amiguismo o el amiguismo para favorecer la meritocracia y la igualdad de oportunidades hace más por la democracia que muchas leyes y muchos votos.
El marino concluye:
—Un país democrático no se construye con políticas emocionales, llenas de propaganda y veladas mentiras. A este gobierno le gusta hacer una política de «trompe-l’oei», nos presenta las cosas haciéndoles trampas, engañando al ojo; diríamos que a Pedro Sánchez le gustan los trampantojos.
Nuestros amigos se miran, se levantan con un rictus agridulce, pensando en las oportunidades que se están perdiendo en unos momentos tan importantes.