En estos tiempos de COVID en que la mayoría de los ciudadanos estamos deseosos de leer noticias agradables, positivas… y, aunque nuestro carácter haya podido cambiar por todas las alteraciones sociales a que nos está somentiendo la pandemia, la solidaridad, el civismo, la buena voluntad, el respeto y la educación perdura entre nosotros.
El ejemplo de todo ello lo hemos encontrado en dos amigos, que comparten curiosamente nombre, apellido y una excelente relación de amistad.
Carlos y Carlos, que así se llaman los protagonistas talaveranos de nuestra historia ejercen su profesión cara al público. El primero de ellos en el restaurante de una casa rural, Los Riveros en la localidad abulense de El Raso –muy cercana a Talavera de la Reina–, mientras que su tocayo trabaja a diario en el sector cárnico.
Este fin de semana, el pasado domingo, una celebración con clientes y amigos del segundo de ellos en Los Riveros culminó de forma excelente tras una jornada más que satisfactoria de encuentro y relación social pero tuvo una guinda que nadie esperaba.
Dos camareros del restaurante repararon en que uno de los comensales había olvidado una bolsa de viaje tras la comida y se lo comunicaron a Carlos, que se ocupa de coordinar los fines de semana toda la actividad en ese paradisíaco lugar de la Sierra de Gredos, el cual intentó buscar algún tipo de identificación para devolverle los efectos a su dueño legítimo.
En su búsqueda encontró dentro de la bolsa varias prendas de ropa, un teléfono móvil, zapatillas y una cartera que contenía la nada desdeñable cantidad de… ¡3000 euros!
Con toda la serenidad del mundo lo comentó con su homónimo para poder localizar de la forma más discreta del mundo al propietario del dinero y de los demás objetos ya que en esa cartera también estaba el DNI de la persona que lo había extraviado.
Repararon en la casualidad de que se trataba de uno de los comensales que habían estado compartiendo mesa y mantel con ellos minutos antes y, ni cortos ni perezosos, procedieron a llamar a uno de sus acompañantes con la suerte de localizarlo en su viaje, nada más y nada menos, que a tierras de Ciudad Real.
El ínclito no había reparado en su pérdida y tuvieron que comunicarle, los dos Carlos, que su dinero, su teléfono y su ropa estaba en Los Riveros y a buen recaudo para que se le fuera entregado de la forma que mejor estimase, aunque lo gracioso del asunto es que él creía que la bolsa y todo su contenido estaba en el maletero de su coche.
De esta manera, los talaveranos demostraron –y lo hacemos público a través de La Voz del Tajo– que en esta sociedad que se ha enrarecido tanto con el COVID de por medio aún quedan personas a las que el respeto por los demás y la buena voluntad les guían la vida desdeñando cualquier atisbo de avaricia o egoísmo.
Vaya nuestro reconocimiento para ambos y para todo el equipo de Los Riveros, que nos han dado una lección de señorío y educación ante la circunstancia que vivieron.
Y, por supuesto, no dejen pasar la ocasión de disfrutar de este paraje repleto de paz y contacto directo con la naturaleza donde ocurrió este sorprendente hecho del que hoy nos hacemos eco.