Hay ciertos alimentos que provocan una reacción adversa en algunas personas. Náuseas, diarrea o dolor abdominal son varios de los síntomas que sufren quienes tienen una intolerancia alimentaria. Sin embargo, también son posibles síntomas de una persona con alergia a algún alimento. Por eso, es frecuente confundir intolerancia y alergia, aunque sus causas y gravedad sean muy distintas.
Los expertos de DosFarma, la farmacia online española líder del mercado, explican que las alergias digestivas son relativamente poco frecuentes. Solo el 2 % de los adultos y entre el 3 y el 7 % de los niños tienen alergia a algún alimento. Mientras que el 25 % de la población padece algún tipo de intolerancia alimentaria. Para saber detectar cuándo nuestro cuerpo nos manda señales de que algo no nos está sentando bien, primero hay que diferenciar entre alergia o intolerancia y conocer sus síntomas. La clave está en la participación o no del sistema inmunitario; en las alergias sí que interviene, mientras que en las intolerancias no, ya que se trata de un problema metabólico y digestivo.
¿Qué es una alergia alimentaria?
La alergia es una respuesta excesiva del sistema inmunitario ante una sustancia (alérgeno) que es inofensiva. Siempre se producen frente a las proteínas de los alimentos. Por ello, los problemas con azúcares o aditivos, como la fructosa o los sulfitos, son intolerancias, no alergias.
Algunas de las alergias más frecuentes son a la leche de vaca, el huevo, los frutos secos o el marisco. Los síntomas son muy variados, desde digestivos (vómitos, diarrea...) y cutáneos (urticaria, dermatitis, hinchazón de labios y párpados) hasta respiratorios (asma, rinitis). La reacción más grave es el shock anafiláctico, que puede ser mortal. También puede producirse alergia alimentaria inducida por el ejercicio por lo que, como medida de prevención, se recomienda no comer un par de horas antes de realizar algún tipo de actividad física, sobre todo, aquellas personas que ya hayan padecido algún síntoma cuando hayan realizado ejercicio después de las comidas.
En las alergias, el sistema inmunitario puede reaccionar de varias formas. La más habitual es aquella en la que el cuerpo crea un número excesivo de anticuerpos, llamados inmunoglobulina E (IgE). En ese caso, la reacción es inmediata (menos de 1 o 2 horas después de ingerir el alimento) y una cantidad muy pequeña del alérgeno ya puede desencadenar los síntomas. La otra forma de alergia, menos frecuente, es la tardía o no inmediata, en la que el sistema inmunitario no crea IgE. En ella los síntomas tardan más en aparecer y pueden ser crónicos, y suele hacer falta tomar más cantidades del alimento para que surjan. Igualmente, eso hace que puedan ser difíciles de diagnosticar.
En cualquier caso, el principal tratamiento es evitar de forma estricta consumir los alimentos que generen la reacción inmunitaria. Sin embargo, hay otros consejos que se pueden tener en cuenta, tanto para evitar el contacto con el alérgeno como para reaccionar mejor ante los síntomas. Los expertos de DosFarma explican los más importantes:
Leer siempre las etiquetas
Por ley, se debe informar de 14 alérgenos diferentes, entre ellos la leche, los huevos, la soja o los cacahuetes. Siempre hay que leer muy bien el etiquetado porque algunos productos contienen ingredientes que no esperaríamos. Por ejemplo, los embutidos suelen llevar gluten, leche o trazas de frutos secos.
Cuidado con la contaminación cruzada
Siempre hay que manipular por separado el alimento al que se tiene alergia. Pero, a veces, un alimento entra en contacto con otro al que tenemos alergia. Por ejemplo, al usar el mismo tenedor para cocinar. Una buena forma de evitarlo es hacer la comida de la persona alérgica primero o, directamente, eliminar el alérgeno de la dieta de toda la familia.
Especial precaución al comer fuera
La contaminación cruzada es más probable cuando se come en un restaurante o un bar. Por ejemplo, reutilizar el aceite para distintas frituras ya supone un riesgo para un alérgico. Por este motivo, es recomendable evitar los buffets libres, en los que se usan los mismos utensilios para servir comidas diferentes, o los establecimientos de sírvase usted mismo (tiendas de golosinas, por ejemplo).
Informar a los demás y llevar una chapa identificativa
Será mucho más difícil que haya contaminación cruzada si las personas del entorno conocen el riesgo. Así pues, al llegar al restaurante, es aconsejable avisar a quienes vayan a manipular la comida. En los casos más graves, resulta útil llevar siempre encima una pulsera o chapa identificativa con todos los datos de la alergia.
Apoyarse e informarse en las asociaciones
Hay multitud de grupos que ofrecen asesoramiento y guías para las personas alérgicas. Por ejemplo, la Asociación Española de Personas con Alergia a Alimentos y Látex (AEPNAA), la Asociación Extremeña de Alérgicos a Alimentos (AEXAAL) o la Asociación Andaluza de Alergia a Alimentos (AVANZAX).
¿Qué es una intolerancia?
Por su parte, se produce una intolerancia cuando el cuerpo no puede asimilar correctamente un alimento o alguno de sus componentes. A diferencia de las alergias, no interviene el sistema inmunitario, sino que se trata de un problema metabólico y digestivo y sus síntomas más frecuentes son náuseas, diarreas, gases, dolor abdominal, irritabilidad, nerviosismo y dolor de cabeza. Además, es posible consumir pequeñas cantidades del alimento o el componente sin que haya síntomas. En este caso, la intolerancia puede ser a distintos nutrientes y no solo a las proteínas: azúcares, aditivos...
Los expertos de DosFarma nos muestran cuáles son las intolerancias más habituales y nos dan una serie de consejos para convivir lo mejor posible con ellas:
Intolerancia a la fructosa
La fructosa es el azúcar natural de ciertos alimentos, como las frutas o la miel, y se utiliza también para elaborar productos procesados (refrescos, zumos, golosinas...). La intolerancia a la fructosa se produce cuando hay una malabsorción en el intestino delgado porque falta alguna de las enzimas que descomponen la fructosa. En ese caso, se producen síntomas digestivos: dolor abdominal, gases, diarrea...
Algunos consejos para quienes sufren esta intolerancia son cocer las frutas y las verduras (el calor elimina gran parte de la fructosa), optar por frutas poco maduras y evitar los guisos con ajo, puerro o cebolla, que poseen fructanos (polímeros de fructosa).
Intolerancia a la sacarosa
La sacarosa es lo que comúnmente denominamos azúcar de mesa, que se obtiene de la remolacha azucarera o la caña de azúcar. Es la combinación de dos carbohidratos: una molécula de fructosa y una de glucosa. Las personas con esta intolerancia tienen un déficit de sacarasa, la enzima encargada de metabolizar la sacarosa. Sus síntomas son digestivos: vómitos, diarrea, gases, inflamación abdominal..., pero también pueden aparecer bajadas de azúcar o deshidratación.
La sacarosa es muy común y está presente en frutas, verduras, pan, embutidos... Por ello, el principal consejo para convivir con esta intolerancia es revisar muy bien el etiquetado. De igual forma, hay que tener en cuenta que habrá que desterrar los endulzantes (la miel o los siropes también tienen un alto contenido en sacarosa) y tener cuidado con la comida rápida, pues la sacarosa se usa tanto para endulzar como para conservar alimentos.
Intolerancia al gluten
Los celíacos deben llevar una dieta estricta en la que no esté presente el gluten, una proteína que se encuentra en la semilla de muchos cereales, como el trigo, el centeno o la cebada. Aunque es habitual llamar a esta enfermedad intolerancia al gluten. Sin embargo, es una alergia alimentaria no mediada por IgE, es decir, en la que el sistema inmunitario no reacciona creando anticuerpos.
Sus síntomas no son exclusivamente digestivos y son muy variados: pérdida de peso, de apetito y de masa muscular, fatiga, náuseas y vómitos, anemia, alteraciones del carácter... No obstante, también es posible no tener síntomas, lo que hace difícil diagnosticarla. Algunos consejos extra para los celíacos tienen que ver con los fritos y las salsas. Al comer fuera de casa, hay que estar seguros de que no puede haber contaminación cruzada con los aceites para freír. Igualmente, deben tener cuidado con las salsas ligadas con harina, ya que muchas de ellas contienen gluten.
Intolerancia a la lactosa
La lactosa es el principal azúcar presente en la leche y en los derivados lácteos, ya sea de vaca o de otro animal. Cuando ingerimos lactosa, esta se degrada en el intestino mediante una enzima llamada lactasa. La intolerancia se produce cuando no se genera suficiente lactasa, pues el intestino no puede absorber la lactosa. Sus síntomas son digestivos: diarrea, dolor abdominal, gases...
Para convivir con esta intolerancia, es importante añadir alimentos ricos en calcio a la dieta, ya que no se puede obtener de los lácteos. Las sardinas, las espinacas o el brócoli son buenas opciones, al igual que algún suplemento nutricional. Asimismo, hay que exponerse a la luz solar para conseguir vitamina D, que es imprescindible para absorber el calcio.
"Las alergias, en los casos más severos, pueden llegar a ser mortales, mientras que las intolerancias suponen malestar y problemas digestivos"
José Manuel Martín Maldonado, farmacéutico de DosFarma, ha comentado: "Las alergias y las intolerancias se confunden con mucha frecuencia, aunque sean muy diferentes en cuanto a síntomas y gravedad. Las alergias, en los casos más severos, pueden llegar a ser mortales, mientras que las intolerancias suponen malestar y problemas digestivos. Por supuesto, en todos los casos hay que contar con el asesoramiento y el diagnóstico de profesionales médicos, no es necesario eliminar de la dieta ningún nutriente si no hay muestras de que exista una intolerancia o alergia. Hay que saber detectar cuándo el cuerpo reacciona de forma extraña ante ciertos alimentos y sólo entonces tomar medidas. Desde DosFarma hemos querido intentar arrojar un poco de luz sobre ambos problemas y dar algunos consejos para ayudar a quienes conviven con restricciones alimentarias."