Con la llegada del buen tiempo apetece salir de casa y hacer planes al aire libre. Con las restricciones del coronavirus se han puesto de moda los planes en espacios abiertos, como pueden ser los pic-nics, dar un paseo por el campo o descubrir nuevos sitios como pinares, bosques o caminos. Sin embargo, con el buen tiempo y la primavera también llega la 'Thaumetopoe Pityocampa', conocida más comúnmente como la oruga procesionaria.
La procesionaria del pino es un lepidóptero que, cuando es oruga y ha alcanzado su madurez, desciende de los árboles al suelo y desfila en grupo hasta que busca un lugar en el que enterrarse para transformarse en crisálida y salir en forma de mariposa.
PELIGRO PARA LA SALUD. La oruga procesionaria presenta una particularidad que la convierte en una especie peligrosa para personas y animales: poseen más de 500.000 pelos o tricomas urticantes y alérgenos que, en contacto con la piel producen sarpullidos, erupciones en el cuello, brazos, piernas y torso, irritación de ojos (conjuntivitis) e incluso problemas respiratorios que pueden alargarse durante varias semanas.
MASCOTAS. Los veterinarios insisten en la importancia de vigilar el suelo, especialmente por las zonas en las que haya pinos, evitar el contacto directo con este insecto y estar pendiente de que tanto los niños como las mascotas no las chupen ni las ingieran directamente.
Los síntomas del contacto con la oruga que los perros pueden manifestar son inflamación del hocico y cabeza, picores intensos en las partes afectadas, que el animal se muestre más nervioso de lo habitual y que produzca abundante salivación. En caso de que se lleguen a comérselas, la ingestión del tóxico que lleva el insecto puede provocar la necrosis de lengua y garganta y a consecuencia de ello, la muerte del animal.