Nuestros políticos eligen una de las dos opciones. El futuro férreo de Talavera se está decidiendo nuevamente, porque, ahora que están de moda las series de zombies, el protocolo que tan solemnemente se firmó en 2007 deambula por los parajes de la memoria sin que nadie sepa cómo matarlo o cómo devolverlo a la vida.
Aquel día (18-octubre-2007) era, en teoría, tan importante para el devenir de estas tierras que desde ‘La Voz del Tajo’ acudimos dos integrantes a cubrir el evento. A mí me tocó la tarea de ejercer de gráfico y disparé decenas de instantáneas. Todo era felicidad y buenos ánimos. El entonces alcalde Rivas estaba exultante. La imagen que presidió la noticia en la página de actualidad del 23 de octubre que tomé para este medio era la de los cuatro representantes ‘implicados’ (Ayuntamiento, Ministerio, Junta y ADIF) con las manos apoyadas una encima de otra tras la firma del documento. Se había dado un paso decisivo para el soterramiento del AVE a su paso por Talavera. Lo que suponía olvidar la frontera de las vías del tren que lastraban el crecimiento hacia el norte de la ciudad.
Pero, ¡ay! Llegó 2008 y con él una crisis que noqueó, y de qué manera, el ilusionante proyecto. Quedó a merced del polvo. Y el subsiguiente paso fue su archivo en cualquier cajón o anaquel de los organismos responsables.
Ahora, con un nuevo estudio, con unas soleadas perspectivas para la capital regional; con una discrepancia entre partidos con representantes en el consistorio, que han llegado a un acuerdo de mínimos (algo es algo); con el añadido de que es el mismo partido que en 2007 el que se encuentra gobernando en lo local, lo autonómico y lo nacional… Es hora de que se reivindique a Talavera como merecedora de un tren, o mejor dicho, de unas comunicaciones ferroviarias dignas del siglo en el que estamos.
Como no soy optimista al respecto, asistiré impávido a una nueva afrenta a esta población, durante el tiempo que me reste de vida. Así pues, asistiré al enterramiento de esa ansiada demanda que nos conecte con Madrid de una manera decente. De momento, se puede dar por perdida la batalla de que Talavera y la capital de España se unan sin pasar por Toledo.
Al menos, asumido lo último, concédase el soterramiento de las vías a su paso por una ciudad tan llana orográficamente que, parafraseando a Ortega, sería digna de definirse con aquella frase: “Caballero. ¡En Talavera no hay curvas!”.
Como el que esto escribe, ya digo, peina canas, sólo espero que, en un gesto de dignidad, todos los políticos de esta población se deslomen por conseguir el soterramiento de la línea ferroviaria en vez del consentir una nueva palada para proseguir en el enterramiento de la ciudad. Es tal el deterioro de Talavera que, sin atractivos para la inversión ni buenas comunicaciones, colapsará la vida económica y social en un grado de difícil recuperación.
Por eso mismo me da igual si asisto a su entierro, porque no veo un futuro halagüeño ni creo que alcance a observarlo.
Solamente deseo que mi descendencia esté ya lejos, al menos a esos ansiados 116 kilómetros, de esta –ahora- llanura tristona y abandonada que me vio nacer.