Me gustaría contaros la realidad que estamos viviendo los familiares de los internos en las prisiones de España actualmente. Voy a contar mi historia y voy a hablar por mí, pero estoy segura que habrá millones de familias que, cuando lo lean, van a sentir como si hubieran podido hablar y expresar la impotencia y el sufrimiento que venimos padeciendo desde que la pandemia por Covid-19 llego a España para quedarse.
Empezaré mi historia en agosto, fue ahí cuando tuve el último vis a vis con mi pareja y pude darle el último abrazo cargado de fuerza para seguir luchando, recuerdo que estaba a punto de irse con el funcionario cuando volvió corriendo para darme otro último beso, como si ya algo le hiciera pensar que tendrían que pasar muchas horas, días e incluso meses hasta poder volver a hacerlo. A día de hoy aún no sabemos cuándo llegará ese momento.
Cuando recibimos la noticia de que cortaban los vis a vis fue devastador, pero lo peor de todo es que vendrían momentos más complicados aún; hasta ese momento las comunicaciones por cristales seguían abiertas, aunque reducidas en el número de visitantes (solamente 2 por interno) de 40 minutos semanales; podían recibir 2 paquetes al mes (en algunas prisiones solamente 1), eso sí, el paquete no les llega hasta una semana más tarde, pues debe permanecer en cuarentena 7 días; las llamadas telefónicas se las han dejado en 15 semanales de 8 minutos cada una, para quien tenga recursos económicos porque a fin de mes supone un gasto (si es a un fijo) de unos 60 euros como mínimo.
Los meses han ido pasando, hasta que llegó la Navidad y, en muchas prisiones de España sí abrieron los vis a vis. Nosotros no tuvimos esa suerte, ya llevábamos a cuestas 4 meses sin poder tocarnos. Pero lo peor llegó esta semana, cuando –el día 2 de febrero– Instituciones Penitenciarias emitía un comunicado a todas las prisiones recomendando el cierre absoluto con el exterior y evitando así contagios dentro de los centros.
Cuando se hace oficial esta noticia, el día 3, en el centro penitenciario donde se encuentra mi pareja, y me informa de la situación, lo primero que hago es llamar e informarme de cómo se les pueden hacer llegar esos dos paquetes mensuales a los que tienen derecho, porque recordemos que son personas y tienen derecho a ello. La persona que se encuentra al otro lado del teléfono me responde que tampoco se les puede hacer llegar nada, es decir, esto supone que van a estar sin recibir paquetes por ahora 15 días, que no son 15 días, ya que en mi caso son, mínimo, tres semanas porque este último fin de semana no se le entregó paquete alguno por haber llegado al límite.
Seguramente estas medidas se alarguen en el tiempo. La impotencia que te recorre el cuerpo al ver cómo se saltan derechos como les da la gana es inmensa. No podemos hacer nada, callarnos y aguantar el tirón lo mejor que podamos y confiar en que esto acabe pronto. Y lo que me llama más la atención es que en el comunicado oficial nada se dice sobre que no puedan recibir sus paquetes. En el documento que muestro a continuación podéis ver que no hace alusión en ningún momento a ese derecho.
Y yo me pregunto, si en el comunicado no dice nada al respecto, no entiendo que no se pueda hacer llegar nada, ni si quiera a través de mensajería. Y respecto a las medidas establecidas, no podemos entender que suspendan las comunicaciones a través de un cristal, no existe ningún tipo de contacto físico con ellos. En mi caso van 6 meses sin tener ningún tipo de contacto físico con mi familiar, a lo que ahora se suma la retirada de comunicaciones por cristales. Nos están apartando de nuestros familiares, nos sentimos desprotegidos y abandonados por completo.
Quiero que esto se haga público y que llegue a todo el mundo, las prisiones siempre son lo último y en todo esto está quedando claramente evidenciado. Entendemos que vivimos una situación difícil, pero si quitan visitas y derechos deberían darles otro tipo de comunicación con el exterior, igualándolo al menos en tiempo, aunque no se pueda en forma. Nos sentimos abandonados y nos tienen la boca tapada, no doy mis datos para que no tomen represalias con mi familiar.
Una lectora de La Voz del Tajo.