Bajo la ptrestigiosa firma de Nacho Abad, la edición digital de El Confidencia recoge el siguiente reportaje que por su interés para nuestro ámbito de influencia reproducimos en su integridad. María murió confinada. Sola. Juan, uno de sus hijos, maestro en Talavera de la Reina, la encontró sin vida en su casa de Navalcán, un pequeño pueblo de Toledo. El impacto fue tremendo. Le habían robado a cuchilladas la sonrisa, la energía y la bondad que impregnaba todo lo que hacía. Puñaladas traperas y deshonestas. Las mismas manos que blandieron el machete revolvieron ávidas toda la casa buscando dinero y joyas. Los muebles destrozados y un montón de huellas ensangrentadas lo atestiguaban.
El grupo de homicidios de la Guardia Civil de Toledo tardó menos de una semana en resolver el caso. Cuando introdujeron en la base de datos las huellas que se llevaron de la casa de la víctima, saltó en pantalla el rostro de una persona con antecedentes por violencia de género. El presunto asesino no estaba lejos. Era su vecino de al lado. Ni treinta metros separan ambas casas. En el pueblo le llaman 'El Chelo'. Su verdadero nombre es David.
Amparados por una orden judicial, los agentes registraron la casa. No tardaron en encontrar lo que buscaban: pruebas tangibles de la participación de David en el crimen. Dentro de una funda de una cuna de viaje encontraron escondidas varias joyas. Entre ellas, dos medallitas con el nombre de María serigrafiado, con su fecha de nacimiento por si había dudas. También localizaron un pendiente que les llamó la atención. Su gemelo, la pareja, estaba en casa de la víctima. 'El Chelo' presenció el hallazgo, pero a pesar de que debió notar cómo la soga se cerraba en torno a su cuello, no confesó. Aguantó en silencio con la mirada perdida.
Tampoco quiso responder a las preguntas de su señoría cuando los guardias lo pusieron a disposición judicial. Solo se confesó con una persona, con el médico forense del juzgado. A él le contó con detalle su desgraciada vida. "Soy una persona solitaria", le trasladó. "No tengo amigos. Nunca los he tenido. En el colegio de aquí en Navalcán siempre me rechazaron. Era el raro. Me daban unas palizas increíbles. Aquello me marcó y me ha perseguido toda la vida". Mientras lo recordaba a David se le derramaban las lágrimas por las mejillas. Quizá aquel dolor de infancia le llevó a tratar de evadirse de la realidad en edades tempranas, o quizá quiso granjearse la aceptación convirtiéndose en el 'malote' del grupo: "Comencé a fumar porros a los 8 años y a meterme coca cuando cumplí los 13", reconoció sin asomo de pudor, como si fuese lo más normal del mundo. "Hay veces que cuando me drogo veo el fuego de mis demonios.
Con estos ojos", afirmó señalando los suyos. No consume poco: "Porros fumo a diario, varios, bastantes, y el de antes de dormir, ese no lo perdono nunca. Coca los fines de semana. Y si sobra algo, el lunes por la mañana antes de ir a trabajar me la meto. ¿Para qué dejarla ahí sin usar? Puedo llegar a consumir 13 gramos de viernes a lunes". Dejó los estudios al terminar la enseñanza obligatoria. Se metió a trabajar en la obra. Con el dinero que ganaba se pagaba sus vicios. Pero ni su pronta incursión en el mundo laboral ni la mayoría de edad le granjearon aceptación ni nuevos amigos. Siguió siendo un solitario. Hasta el punto de que a su mujer no la conoció alternado en bares o discotecas, sino a través de una aplicación tipo Tinder. Ella lo acabó abandonando. Quizá la llama que prendió la ruptura fue un episodio de violencia de género que consta en los archivos policiales. David explicó que en realidad no fue para tanto. "Una simple discusión de pareja. No le toqué un pelo y al día siguiente ella retiró la denuncia".
'El Chelo' es el verso suelto de una familia humilde y trabajadora que, como la de la víctima, está destrozada. Todos conocían a María. A las hermanas del detenido y a él mismo, la víctima les había hecho favores. Al propio David le había dado dinero en alguna ocasión que lo necesitaba. Quieren que si se demuestra que su hermano es un asesino, pague por lo que ha hecho. También se disculpan y trasladan sus condolencias a la familia de María. Todos se conocen en Navalcán, un pueblo de unos dos mil habitantes. Ahora faltan dos. María está bajo tierra y a David su señoría lo ha enviado a prisión provisional y sin fianza. Desde aquí podemos añadir que el presunto asesino ya se encuentra en el penal de Ocaña.