Prácticamente en el tiempo de confinamiento y del Estado de Alarma que vivimos era obligado comparar la pandemia sanitaria con el contagio y el dolor que ha producido y produce el odio que han sufrido y sufren muchas personas. Las personas por recomendación sanitaria han permanecido en sus domicilios sin salir, conviviendo a veces con otras que no aceptan el derecho a sentir y ser, en lo relativo a su orientación e identidad, y menospreciandolas. De hecho, la mayor parte de la población joven LGBTI no es visible en sus hogares y eso conlleva que los domicilios se convierten en un gran armario. Otras personas, entre ellas muchas mayores, permanecen solas fruto del rechazo, la decisión adoptada un día de hacer frente al odio por la no aceptación y la determinación y valentía de tirar para adelante con su proyecto vital en unos tiempos que eran incluso más difíciles que los actuales.
Frente a la dificultad que conlleva la vida en estos momentos para el conjunto de la ciudadanía, es preciso evidenciar nuevamente que la preocupante precariedad en la que ya de por sí vive mucha parte del colectivo, como ejemplo mujeres transexuales, lesbianas y bisexuales y sin duda la posibilidad de que el sueño del sex-exilio, única alternativa que ve mucha población joven LGBTI, aparezca truncado por las consecuencias sociales del COVID-19. Por esa razones, es el momento de que nos reorganicemos las personas militantes de la igualdad real y la diversidad, para hacer frente a la pandemia del odio y reorganizar nuestra agenda de reivindicaciones, que en momentos como el actual tienen incluso más sentido que nunca. Es vital seguir adelante con el proyecto de ley en Castilla-La Mancha que proteja la diversidad en el mundo rural, defendiendo la educación en valores frente a los voceros de la censura parental o el acceso a una sanidad pública que atienda a las necesidades de una población diversa.
Maribel Blanco.
Presidenta Fundación Triángulo CLM