Y así lo manfiesta en el artículo que nos ha remitido.
Dos meses se cumplen hoy (14 de marzo/14 de mayo de 2020) desde que el Gobierno de España toma la decisión más importante -y más dolorosa- de nuestra DEMOCRACIA: “Prisión incondicional para personas como quien suscribe”. Ni una objeción para quien camina hacia los setenta por estar considerado de alto riesgo, habida cuenta de que el bicho se ceba especialmente con personas de edad avanzada. Obediencia suprema en mi caso, que hay que hacer extensiva a la gran mayoría de los españoles con sentido común. Prioridad en el día a día de cualquier ciudadano de bien que tenga al uso cumplir con las leyes que afectan a la sana convivencia dentro de una sociedad poco -o nada- acostumbrada a medidas tan complejas y extraordionarias. Dos meses, sí, para meditar e intentar cumplir sueños que estaban aparcados por falta de tiempo mientras miras por la ventana, sales al balcón a aplaudir o abres el móvil para charlar con los hijos, los nietos y los amigos. Mucho tiempo, sin duda, para abrazarte a un vocabulario casi desconocido: Abrazos imposibles, bares cerrados y besos prohibidos; confinamiento o cuarentena, datos, dolor (tanto...) o desescalada; esperanza o emoticonos por doquier para expresar lo que la palabra no puede describir en un erte cualquiera, fakes (bulos) y fases; gilipollas de distinto rango y gritos parlamentarios de políticos egoístas o aprovechados; héroes (sí de cualquier clase y condición), ignorantes o innominiosos comportamientos, juglares por doquier mostrando parte de su interior -alma- al mundo, kilos de alimentos para cubrir las necesidades de mucha gente sin medios; lápidas para recordar a seres queridos -muchísimos- que se fueron sin un beso de despedida o lapidarias frases de politicuchos sin conciencia de Estado; llanto y lloros infinitos, mascarillas como elemento futuro de nuestros nuevos uniformes; negocios -demasiados- que se van al traste un día sí y al siguiente también, operarios de lo público o lo privado para ofrecernos un ambiente seguro, pandemia y paro, paro, paro, paro...; quebrantos que perdurarán ya para siempre en nuestras vidas, risas que estamos deseando ofrecer, solidaridad -palabra mágica- innegociable, test, test y test; vacuna anhelada y necesaria para vencer, vencer y vencer al virus, virus y virus, xerografiando imágenes que nunca jamás abandonarán nuestras retinas dañadas por el llanto y el dolor; yerros -muchos- de las personas humanas que han conducido la caravana de la crisis y puede que hasta yerros divinos incapaces de explicar el por qué, y a cuento de qué, de este mal y zarpazos de gentes sin escrúpulos para aprovecharse de la indefensión de los que siempre salen perjudicados en estas situaciones: los más débiles y necesitados. Sí, éste es el abecedario completo al que ustedes pueden añadir, restar, multiplicar o dividir en base a lo único sagrado que desde mi punto de vista es innegociable: la libertad. Por eso he aprovechado este tiempo, como decía al principio, para mostrar visible lo que he ido acuñando a lo largo de los años y que he plasmado en dos ejemplares con escaso -o nulo- valor literario, aunque sí ofrece el lado humano del rol que me ha tocado representar en los ya casi 67 años de existencia: fidelidad en la AMISTAD y compromiso para dormir cada noche con la conciencia tranquila, como así lo explico en “El penalti que me despertó”. Dos obras muy personales con destino a mi gente -mis amigos y mi familia- como legado de un patrimonio humilde, pero enormemente rico -o eso me parece a mí- que he procurado utilizar en adoquinar la senda de la vida que desde bien chico decidí recorrer. Y ambos con el recuerdo para muchos de los míos -demasiados ya- que ya no forman parte del paisaje actual de mi vida, aunque sí se siguen mostrando en las pupilas de mi corazón. No vean, en ninguno de los dos, el egocentrismo que como ser humano me debería corresponder. Y encuentren, tan solo, como dijera el escritor francés Blaise Pascal que “el corazón tiene razones que la razón ignora”. Si a alguno de ustedes les llega a sus manos, leanlo de esa forma recordando a Tagore: “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando”. ¡Gracias infinitas!
Y desde aquí nosotros les ofrecemos la sinopsis de ambos
El penalti que me despertó
Se trata de un relato autobiográfico, que describe situaciones costumbristas del ámbito rural en su comienzo, en su mayor parte basado en hechos reales de su paso por el mundo del fútbol, algo que es innato en su personalidad desde bien niño. Son 134 páginas que alguien podrá interpretar como ficción, pero que en realidad no lo son. Y entre otras razones porque ha rescatado realidades impresas en muchas de las situaciones que narra. Menciona en contraportada Igroso que es la “interpretación personal de alguien que en su dedicación al deporte -con pasión y responsabilidad en cada una de sus facetas- ha tenido como premisa intentar ser mejor cada día, salir de la zona de confor que le hubiese reportado otro tipo de actividades y, por supuesto, la aportación del compromiso en todo y cada uno de los proyectos afrontados y que aquí describo”. Y se despide Ignacio asegurando que “los de los nombres ficticios tiene su porqué, pero eso me van a permitir que se quede en mis adentros, y especialmente para hacer fiable el dicho que tantas veces he utilizado en ámbito de la comunicación, de que cada uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.
Versos y romances de toda una vida con VOZ
Este es un ejemplar de 168 páginas que con prólogo del director de La VOZ del Tajo, Alberto Retana, en el que ha querido plasmar una parte de su luenga obra –hubiese necesitado de un volumen tipo Biblia o El Quijote para dar cabida a todos–. Y lo hace sin ninguna pretensión de darla a conocer a la opinión pública (su edición es limitada) pero sí dejarla como legado a sus amigos y su familia. En ella encontrarán versos ácidos, pero también de amor y desamor; romances sarcásticos ajustados a la actualidad de cada momento en el que fueron impresos, sonetos, acrósticos, ovillejos, poemas... Y las despedidas de la mayor parte de sus compañeros durante 43 años en el Instituto de Ciencias de la Salud de Talavera de la Reina. Todos ellos, o en una buena parte, con personajes próximos y cercanos que ustedes seguramente conocen. Además... escritos íntimos, con ese sentimiento que siempre imprime a cada uno de ellos, dedicados a la familia, su Atleti y a los amigos. A los que se fueron, que por desgracia son muchos, y a los que aún gozan –y gozamos– de su presencia y él de las nuestras. Y significa Alberto que “cuando Ignacio Rodríguez Sobrino (IGROSO) –o El Ciego del Berrenchín– me propuso que estaba ‘obligado’ a ser prologuista en esta recopilación de parte de su obra, no le podía decir no. De ninguna manera. Es más, lo consideré un honor que no está al alcance de cualquier comunicador en esta Talavera de la Reina nuestra que ha tenido en él brillo y reflejo de una trayectoria muy difícil de igualar en el mundo de la prensa de provincias. Ignacio, como ya apunté en mi carta con motivo de su jubilación, pertenece por derecho propio a esta Voz del Tajo que tanto quiere, y que me honro en dirigir. Y debo de expresarle la gratitud debida por tantos consejos, por tantos esfuerzos, por tanta confianza y por las mil lecciones de vida que me ha regalado...”. Y culmina el director de La VOZ afirmando “Así que sobran ya mis palabras porque lo que procede es la lectura de las rimadas por el autor”. Pues que sea así.
Mas cuando estaba a punto de entrar en máquinas, Igroso tuvo el tiempo necesario para añadir varios escritos nuevos. Y éste es uno de ellos:
A Joaquín Sabina
Javier Krahe, Aute y don Joaquín
O la antología del amor y desamor.
Amistad sin tapujos, sin postín,
Que, sabios de la vida, es lo mejor.
Uno y dos ya se han marchado;
Injusto es de este mundo sin razón,
No sin un signo de interrogación,
Señeros de un verso de Machado,
Aunque él no hablara de Madrid.
Buen viaje lleven ya sus señorías,
Intimos canallas en tantos días,
Noches sin prisas ya sin adalid,
Alrededor del güiski y de la vid.