Michael Robinson, uno de los rostros más populares de las últimas décadas en el fútbol español, ha fallecido este martes a los 61 años tras una larga batalla contra el cáncer. Después de una exitosa trayectoria en el Liverpool y de una temprana retirada en 1989 con la camiseta de Osasuna, por culpa de una lesión de rodilla, Robinson dio el salto a la televisión, donde pronto adquirió gran fama por su desenfadado estilo.
La extrema gravedad de su dolencia, que él confirmó ante los micrófonos en diciembre de 2018, no detuvo la actividad periodística de Robinson, que siguió comentando partidos de Liga y Champions para Movistar Plus hasta el obligado parón por el Covid-19. Desde El día después, el exitoso programa de comienzos de los 90 en Canal Plus, hasta los recientes reportajes en Informe Robinson, Michael mostró un rotundo talento como comunicador.
"Me siento un fraude, porque debo de ser el único enfermo de cáncer que ha engordado", comentaba con su habitual sarcasmo tras iniciar el tratamiento en un hospital público de Madrid. La destilación de esa peculiar ironía fue su mejor modo de acercarse al espectador, ya fuera desde el estudio con Nacho Lewin o desde la cabina del estadio, al lado de Carlos Martínez. Sobre el césped, Robinson fue un delantero centro de los de antes, especialista en el juego aéreo y con escasa finura en los movimientos. Sus mejores años los entregó al Liverpool, el club de su corazón, con quien en 1984 conquistó un histórico doblete (Copa de Europa y liga inglesa). Dos años más tarde fichó por Osasuna, presidido entonces por el añorado Fermín Ezcurra, que esa misma temporada también incorporó a Javier Aguirre.
Tras un inicio errático, Robinson empezó a destacar a las órdenes de Pedro Mari Zabalza y desde enero, sólo en la segunda vuelta, marcó siete goles.
Grave lesión de rodilla
En la temporada siguiente, ayudado por el aterrizaje de su compatriota Sammy Lee, el '9' se convirtió en uno de los ídolos para la afición de El Sadar. Sin embargo, una lesión de rodilla frustró los planes de Robinson, que se vio abocado a la retirada en enero de 1989, en el mismo momento en que Lee sufría otro grave problema en la misma articulación. Robinson, nacido en la ciudad inglesa de Leicester, decidió jugar con la selección de Irlanda merced a la famosa Granny Rule. En sus 14 partidos internacionales entre 1980 y 1986, a las órdenes de Eoin Hand y Jack Charlton, anotó cuatro goles.
SUS FRASES
Andrés Aragón decía lo siguiente: “Contaba Michael Robinson que al poco de llegar a Pamplona (al poco de enterarse de que la ciudad se llamaba Pamplona y no Osasuna), salió a tomar algo con sus compañeros y se ofreció a pedir por todos. "¿Qué vais a querer?". "Pues yo quiero un hijo de puta". "Y yo otro". "Y yo otro". Total que Robinson, recién llegado de Inglaterra, se acercó a la barra y pidió cinco hijos de puta. Aquel inglés haría de su peculiar acento una marca. Su español podía estar un poco roto (ya quisieran muchos hablar inglés tan 'mal' como él hablaba español), pero eso no le impidió ser uno de los mejores periodistas deportivos de los últimos treinta años. 'El Día Después', 'Informe Robinson' o, qué otro nombre si no, 'Acento Robinson'. Usando el deporte como excusa para contar historias humanas.
Desde aquella primera vez que comentó un Albacete-Valencia junto a Carlos Martínez. Cuánto tardó en pronunciar esa erre de su compañero. Bromeaba, ya enfermo, que tenía la esperanza de que la medicación le ayudara a pronunciar mejor las 'erres'. No siempre quedaba clara la diferencia entre el masculino y el femenino, pocos plurales aparecieron cuando debían y más de un pronombre se perdió por el camino. "He conseguido no hablar bien ninguno de los dos idiomas", bromeaba. Un habla rota y un vocabulario amplio, salpicado de dichos y refranes. De Joris Mathijsen, un central con poca cintura dijo, "he visto barcos girar más rápido". Cuando un jugador estaba muy cansado, estaba "más quemado que la moto de un hippie". "Mi familia, mi madre y mis hijos, piensan que soy anti inglés. Mi madre fue la mujer más graciosa que yo conocí nunca.
Tras un año en España, recuerdo haberle dicho: "Oye, mamá, ¿tú no tendrías algo con un español, no?", bromeaba sobre su amor por España, del que sentía que era su "lugar natural". ¿Señor Robinson, cuál es su profesión?, le preguntaban en una entrevista en El Mundo en 2015. "Yo diría que entre jeta y comunicador. Si me hubieses preguntado hace unos años diría que director de programas de televisión, pero últimamente me llamaron de la radio y me chifla. Soy un tipo que ha aterrizado muy tarde y ama la radio. No diría que soy polivalente. Sin embargo, me gusta comunicar, bien por tele o por radio", contestaba. Un español de cadencia inglesa con un peculiar sentido del humor y casi un lenguaje propio, el acento Robinson”.
REACCIONES
Iñako Díaz-Guerra en El Mundo le dedicaba el siguiente obituario. “Si Michael Robinson sólo hubiera sido futbolista, merecería hoy obituarios elogiosos. Si Michael Robinson sólo hubiera sido comentarista, merecería hoy obituarios elogiosos. Si Michael Robinson sólo hubiera sido un gran tipo, merecería hoy (todavía más) obituarios elogiosos. Como Michael Robinson fue las tres cosas, nada de lo que escribamos le hará justicia, aunque se lo debemos de todas formas. El fútbol español de los últimos 30 años sería otro sin Robin. Uno peor. A veces, las frases hechas no se utilizan por salir del paso sin pensar demasiado, sino porque de verdad explican la realidad mejor que ninguna otra: esta es una de esas ocasiones. Robinson fue un delantero que no metía muchos goles y un comentarista que no conocía muchas palabras. Con esas herramientas fue campeón de Europa con el Liverpool y una de las voces indispensables de nuestra tele durante tres décadas. Si le dan mejores cartas, conquista el mundo. O no. Porque seguramente hubiera preferido quedarse en el bar con sus amigos, bebiendo una pinta, hablando de rugby y riéndose. Riéndose sin parar.
El humor, bajo sospecha en esta sociedad permanentemente enfadada, siempre fue el emblema de un hombre que se enfrentó al cáncer como a la vida: con media sonrisa y sin dramas. Ese fue el futbolista que, en 1987, llegó a España buscando Osasuna en el mapa y no encontró la ciudad, pero encontró un nuevo hogar. Ya nunca se fue. Ya nunca se irá. Aunque tuvo un escarceo previo con TVE, su transformación en el amigo guiri de todo un país la provocó el innato olfato para el talento de Alfredo Relaño, que en aquel primer Canal+ se sacó de la nada un Dream Team que cambió nuestra tele deportiva: Robinson, su inseparable Carlos Martínez, Maldini, Montes, Daimiel... La apuesta fue ganadora de inmediato porque Michael siempre trascendió a la anécdota.
Las bromas con la pronunciación, como todo chiste de patio de colegio, caducan rápido y lo que le mantuvo tantos años en antena fue lo que decía, no cómo lo decía. A diferencia de lo que hoy se estila, siempre fue un comentarista, nunca un showman. Entre la ironía british y la autoparodia, asomaba sin exhibicionismo el conocimiento de alguien que nunca permitió que la pereza que acarrea la fama le arrebatase la profesionalidad. Sabía de fútbol, sabía transmitirlo y sabía que acomodarse es el fin. De hecho, cuando vio que la tertulia de bar comenzaba a invadir los programas deportivos, dio un volantazo que le define: en vez de sentarse en una silla a hacer chascarrillos y debatir sobre polémicas ficticias, se inventó Informe Robinson. Cambió cantidad por calidad y ganamos todo.
Al estilo de Relaño, supo formar un equipo de periodistas magnífico y ejercer de mascarón de proa de un programa fantástico que, como él, no caduca. Como homenaje, esta noche desempolvaré el PC Fútbol y seguirá divirtiéndome como a un crío cada vez que su lengua de trapo aderece un golazo con un "ni toda la familia del portero hubiera parado esto" y un disparo a las nubes con "yo no me voy tan lejos ni de vacaciones". Hoy puede parecer que Michael Robinson se ha ido realmente lejos, pero es mentira. Si buscas un poco en tu cabeza, ahí sigue. Él, con media sonrisa. Tú, con una sonrisa entera al recordarle”.