Un enemigo al que no vemos que lleva por nombre coronavirus nos ha obligado a quedarnos en casa, para protegernos los unos a los otros. La mejor vacuna es quedarnos en casa, o eso nos dicen. Y aquí estamos encerrados hasta que nos digan que podemos salir sin miedo. A todos esta situación de confinamiento nos ha roto esquemas; nos ha obligado a frenar en seco y a adaptarnos al día a día, cada uno en sus circunstancias y sus peculiaridades. Ahora todos los días parecen iguales pero no lo son.
Estamos en nuestras casas, unas grandes, otras medianas, otras más pequeñas. Todas diferentes y ahora sí que son un hogar. Y bajo el mismo techo pasan los días familias más o menos numerosas que intentan que cada día tenga un color especial. A las 20.00 horas salimos a respirar, y detrás de los balcones o ventanas en cada familia hay una historia diferente, algunas verdaderamente difíciles que te hacen preguntarte: ¿pero de qué me estoy quejando?
Desde el Programa de Cáritas Integra de Cáritas Diocesana de Toledo, en Talavera de la Reina, nos llega la historia de Juan y Lucía (nombres ficticios), colombianos de unos 30 años, con Martín, un niño de 3 años. Llegaron hace unos meses Toledo y fueron atendidos por otra institución, siendo demandantes de asilo, donde estuvieron en ese recurso hasta que finalizó el plazo estipulado. Esta institución con la que colabora estrechamente Cáritas les ayudó a buscar un nuevo sitio donde comenzar su vida y se tuvieron que ir a un pequeño pueblo de León, de la España vaciada, donde no les fue fácil la adaptación porque no había trabajo ni posibilidades de encontrarlo.
Este matrimonio con su hijo decide regresar a Talavera el 9 de marzo - pocos días antes de declararse el Estado Alarma- porque consideran que en Talavera pueden tener más posibilidades de trabajar. Carmen, una madre de unos 50 años, con sus dos hijos mayores –Pedro y Felipe- (uno de unos 25 años que trabajaba en la construcción por horas, y el otro enfermo), también de Colombia les deja una habitación para poder estar hasta que encuentren un piso donde alojarse. Llega el Estado de Alarma y no es posible salir de casa. La madre con sus hijos, que también tiene una hija en Murcia, que es testigo protegido, es inmunodeprimida y el hijo que antes traía ingresos a casa ahora tampoco es posible. Cáritas les ayuda con los pagos y con los alimentos que necesitan.
En estas circunstancias se encuentran Juan, Lucía y Martín que tienen que pasar estos difíciles días en una habitación, con una cama pequeña, en la que duermen Lucía y el pequeño. Todos no cogen, por lo que Juan duerme encima de unas mantas en el suelo. La maleta recogida y se abre para cambiarse de ropa y unos cuantos juguetes para el pequeño. Poco más podemos ver en esta habitación. Esta familia, que a pesar de todo ve la misericordia de Dios en su vida, no sale apenas de la habitación porque no quiere molestar. Por prudencia salen lo mínimo de esas cuatro paredes donde el pequeño Martín se distrae con sus padres, que también se han habituado a la nueva situación. Ellos también son héroes. Siguen buscando pisos, para que con el acompañamiento y ayuda de Cáritas, puedan pronto cambiarse de casa. Ahora todo parece misión imposible. Todo se ve por internet, y los pocos pisos que hay los propietarios piden adelantos de hasta cinco meses. Sin trabajo, sin ingresos y sin poder salir.
A pesar de todo Juan no pierde la esperanza y sabe que pronto la vida cambiará, y confía en salir adelante. Sabe que no están solos, que Dios está a su lado, aunque a veces se nos haga difícil verle.
Y destacar que quien menos tiene es quien más da, como la viuda del Evangelio. Aquí también vemos el testimonio y la caridad de Carmen que sin tener nada, acoge a otras personas que lo necesitan. Un verdadero gesto de caridad desinteresada y de amor a Dios y al prójimo; y cómo la fe de ambas familias las une, porque que confían, que a pesar de las circunstancias y de lo oscuro que se ve el futuro, Dios nunca les abandonará y #todo saldrá bien.
Familias como la de Juan y Lucía o la de Carmen y sus hijos hoy están escondidas. Y quizás detrás de tantos balcones y ventanas ahora abiertas, hay historias similares que esperan con paciencia la luz del sol; historias de vida que no se conocen y que te hacen preguntarte: ¿Y yo de qué me quejo?
Por Mónica Moreno Alonso, responsable de Comunicación de Cáritas Diocesana de Toledo