Felipe Medina
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
Mi interminable rosario de personales miserias, me impidió a última hora, asistir al festival de Pepino que se celebró el pasado viernes y que, en esta ocasión, era a beneficio de los comedores de Cáritas.
Por ello, y sin ánimo de no aburrir a mis queridos lectores, tan solo, desde estas líneas, pedir disculpas a mis compañeros de redacción por el obligado plantón.
Desgraciadamente, son pocas las ocasiones que se presentan para practicar crónica taurina y personalmente, cualquier festejo que se anuncie en la comarca, suelo aprovecharlo para regocijarme en el periodismo taurino y de paso, disfrutar como espectador, crítico y fotógrafo del fascinante mundo del toro. Si no me falla la memoria, ya han pasado dieciséis años desde que, en este mismo semanario se editó mi primera crónica taurina. Durante estos años, he tenido el honor de disfrutar del privilegio de ser crítico taurino, aunque también, he recibido sendas “cornadas” de todo tipo y sobrevenidas por diferentes especies de marrajos que, han tocado casi todo el circuito “vascular” que recorre mi entidad.
La historia del periodismo taurino y sus formas de expresión se comenzaron a trazar a partir del siglo XVI hasta la llegada del periodismo del ilustre cronista talaverano Gregorio Corrochano, creador de la crónica taurina moderna. Por un lado, se desprende que las relaciones que tratan temas taurinos, desde el siglo XVI, son los antecedentes más directos de las informaciones taurinas periódicas. Por otro lado, se medita acerca de la crónica taurina actual como modalidad periodística y su interrelación con la crónica
periodística. Curiosamente, en la crónica taurina cohabitan tres estilos periodísticos o rasgos de idealización diferentes: informativo, opinión y ameno o literario. Esta circunstancia hace que los textos que informan sobre corridas de toros sean especiales y únicos dentro del periodismo. En torno a mi modesto punto de vista, es uno de los ejercicios periodísticos más hermosos, difíciles y comprometidos.
Mis tres espejos en la crónica taurina han sido: el talaverano Gregorio Corrochano, el inigualable Joaquín Vidal y el maestro Alfonso Navalón. Los tres, cada cual en sus magistrales estilos, elevaron el periodismo taurino a arte y lo situaron en las facultades de Ciencias de la Información, desde donde se estudia esta sublime y de otra parte, subjetiva materia de la información De hecho, el periodismo taurino, como especialidad periodística típicamente hispánica, se estudió y analizó con pleno rigor académico para dotar a los alumnos de Ciencias de la Información de una preparación exhaustiva que les permita y facilite el acceso profesional en esta materia.
El periodismo taurino siempre debe girar en base a: toro, torero y público. No así, la personalidad y manera creativa de cada cronista, impregnaran la crónica con tintes sociales, políticos o de cualquier índole que aporten al trabajo esa inmensidad y relación directa o indirecta en el mundo del toro a través de líneas que se trazan magistralmente con ironía, sarcasmo o incluso desde perspectivas intelectuales, filosóficas, sexuales o religiosas.
La grandeza, compromiso y hermosura de la crónica taurina, darían para dilatados estudios que, evidentemente no pueden extenderse en este rincón. He intentado trazar las líneas básicas y me daría por satisfecho que, en lo sucesivo, cuando el lector vea inserta en este u otro medio una crónica taurina, piense que se trata de un amplio ejercicio intelectual, literal y artístico, del cual sacaremos casi siempre conclusiones positivas.