Salvador Aldeguer
El paso cambiado
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
Hay algo en todo este guirigay de la Semana Santa que me produce cierta inquietud y que me pilla con el paso cambiado.
Tengo la impresión de que todos llegamos a tropezones cerrando el primer trimestre del año, con la hora recién cambiada, y con la amenaza de los misteriosos chaparrones que han brillado por su ausencia durante el invierno. Es curioso, pero la Ley de Murphy se cumple a rajatabla, porque si lavando el coche no consigues que llueva, y echando el herbicida tampoco, sólo tienes que sentarte y esperar a que llegue la Semana Santa para que, sin venir a cuento, caigan chuzos de punta. Tanto tiempo renegando porque no llueve y los pantanos se están quedando más secos que las arcas del Estado, y no falla, llegan las vacaciones y el caprichoso meteosat nos coloca un señor nubarrón que cubre toda la península, mientras que los hombres y mujeres del tiempo se desviven dándonos excusas y falsas esperanzas, intentando convencernos de que en las cuestiones de la predicción del clima lo más prudente es cogérsela con papel de fumar. La tradición y el fervor se echan a la calle a ritmo de saeta compungida y banda sonora de la segunda parte de El Padrino, y llueven lagrimas de hipocresía desde los balcones alquilados.
La economía sumergida tiñe de negro sus números rojos mientras los conserjes de los inmuebles trapichean por lo bajini la subasta de los improvisados palcos urbanos. Surgen las cofradías de penitentes arrepentidos, dispuestos a lacerarse en público para cumplir con el protocolo de quitarse de encima el presunto y sospechoso sentimiento de culpa. Arrastran sus pies descalzos como muestra de su disposición a un provisional sufrimiento, y, disfrazados de druida siniestro de un cómic de Marvel, ocultos en la oscuridad del interior de un capirote, observan el repentino éxtasis del pueblo que, entre otras cosas, se pregunta si debajo del capirote, se refugia el hijoputa del director del banco que continúa negándose a concederle un crédito o un aplazamiento de la hipoteca. Pero hay que hacer caja y en estos días hay barra libre de variopintas tradiciones con un único objetivo: fomentar el turismo.
Las playas se llenan de gente que intenta poner careto de verano mientras los chiringuitos intentan hacer su agosto en abril. Sacamos de paseo un puñado de creencias, unas cuantas pudorosas mantillas, ponemos bajo palio a cuatro párrocos y un par de diputados imputados, repartimos estampitas a tutiplén, y nos abandonamos a la letanía del arrobamiento metafísico. Decoramos los espíritus con un aire medieval, y con el eco de los últimos compases de la banda municipal, iniciamos en tropel la procesión de las cañas y las tapitas. Y entre una jarrita doble bien tirada y una de bravas, nos quitamos el capirote, nos miramos, y, a pesar de la que nos está cayendo, no nos queda más remedio que reconocer que, al menos, durante la Semana Santa, sabemos vivir como dios.
Manzana – S.
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Monkey Business.
¡Ojalá Dios me diera una clara señal! Como hacer un gran depósito a mi nombre en un banco suizo. (Woody Allen).