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Manuel del Rosal

El Titanic y Europa 100 años después

El Titanic y Europa 100 años después

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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“Ruin arquitecto es la soberbia; los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos”. Francisco de Quevedo y Villegas, dramaturgo español
Europa dominaba el mundo. Eran los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX. Los avances técnicos, sociales y laborales se sucedían y Europa era feliz. Todos creían que el bienestar sería para siempre. El hombre europeo, ensoberbecido, se miraba su ombligo beatíficamente y dormitaba en la creencia de que el bienestar era imposible de parar y de que la paz y la riqueza eran dones inherentes al hombre por el sólo hecho de serlo. La que se denominó “Belle Époque” derramaba sus dones entre los hombres y estos, ciegos y sordos a las señales que nadie quería ver ni oír, pasaron; como siempre ocurre cuando la soberbia anida en su corazón; de esta a la estupidez.

El 10 de abril de 1912, en su viaje inaugural, el Titanic salía de Southamton (Inglaterra) con destino a Cherburgo y finalmente New York. El Titanic era la estampa, el icono, la presentación de la riqueza europea, de su poder, de su dominio del mundo; pero también de su soberbia. Era creencia general que el Titanic, al igual que Europa, era insumergible. Sus 46.328 toneladas de peso, sus 269,04 metros de longitud y sus 28,16 metros de anchura albergaban a 2.227 personas de todas las clases sociales y todas confiadas en el mayor logro técnico que en aquel entonces cruzaba los mares. ¿Qué le importaba a nadie, por ejemplo, que los botes salvavidas alcanzaran tan sólo para la mitad de los pasajeros? El Titanic era insumergible. ¿Qué importaba a Europa que se recibieran señales inequívocas de la catástrofe que se avecinaba? –La primera guerra mundial dos años más tarde– Europa era el continente que albergaba la mejor calidad de vida del mundo, asiento de lo más novedoso, garantía de futuro, estabilidad, paz y riqueza, Europa era la “Belle Époque”. Cuando la soberbia da paso a la necedad hace ciegos a los hombres. En aquellos momentos los gobernantes europeos, así como los responsables del Titanic, estaban ciegos de soberbia, ignorancia y estupidez, ¿ y la sociedad? La sociedad, embriagada por las burbujas del bienestar, bailaba al ritmo de foxtrot.

Eran las 23:40 horas del día 14 de abril de 1912. La helada garra de un gigantesco iceberg desgarra como si fuera de mantequilla el casco del Titanic. En menos de tres horas se hunde. Casi 1.600 personas de toda clase social mueren en el naufragio. La catástrofe no distingue a los ricos de los pobres, a los poderosos de los débiles.

Las causas de semejante desgracia aún se están investigando, pero lo cierto es que en el hundimiento del Titanic fue debido a la falta de previsión, a los errores técnicos en la construcción del buque, al menosprecio a las señales que el clima enviaba, a las decisiones equivocadas de los mandos y, por supuesto, a la soberbia de quienes, en su ceguera, no vieron o no quisieron ver lo que podría suceder. Europa siglo XXI.

Los que se desmarcaban de la falsa riqueza, de la mentira del bienestar, del crecimiento in eternum, del consumismo desaforado.

Los que denunciaban la ausencia de responsabilidades, del esfuerzo, del mérito, las subvenciones para todo y para todos, los subsidios injustificados, las políticas populistas, el gasto social desmadrado, la gigantesca deuda pública y privada avisaban desde hacia años de lo que se avecinaba si no se ponía coto a tanta soberbia, ignorancia y estupidez.
¿Pero qué decís profetas de lo malo cuando Europa nada en la riqueza?
¿De qué señales habláis oráculos de las desgracias cuando Europa duerme arrullada por la brisa del bienestar?
¡Dejadnos vivir en la complacencia de los logros alcanzados por esta sociedad de progreso! Europa 2007. Estalla la burbuja de la falsa economía, de la falsa riqueza, del falso bienestar y Europa se hunde.

El Titanic se hundió al ser acometido por un iceberg de hielo que nadie fue capaz de prevenir. La Europa de este siglo XXI se ha hundido al ser acometida por un iceberg en forma de crisis que venía avisando desde hacía años. El iceberg de hielo del Titanic no distinguió clases sociales en su hundimiento, el iceberg de crisis de esta Europa tampoco distinguió de clases.

El Titanic arrastró en su hundimiento a 1.600 personas al fondo del mar. Europa ha hundido en la miseria a millones de europeos. La escusa del hundimiento del Titanic fue el iceberg de hielo, las causas una cadena de errores que hubieran sido detestados si aquella sociedad no hubiera estado adormecida al ritmo del foxtrot de la Belle Époque.

La excusa del hundimiento de la Europa de este siglo ha sido la crisis; las causas la ineptitud de sus gobernantes, la codicia y la corrupción de unos pocos y ignorancia y la estupidez de una sociedad que bailaba al son de los cantos de las sirenas del bienestar, al tiempo que se embriagaba con las cosquilleantes burbujas de una falsa riqueza.

Cien años han pasado desde el hundimiento del Titanic, casi cien años del hundimiento de Europa en la primera guerra mundial, y el ser humano no aprende. Volverán a venir tiempos mejores y el hombre olvidará los malos tiempos y las causas que los motivaron.

Caeremos en los mismo errores, estaremos ciegos y sordos ante los avisos y las señales, y cuando más confiados estemos en el presente y en el futuro, un nuevo iceberg desgarrará la línea de flotación de Europa –quien sabe si del mundo– y esta se volverá a hundir en las negras profundidades del proceloso océano de la miseria.

El ser humano cree que los avances tecnológicos le han cambiado, sin darse cuenta de que, en lo esencia, sigue igual que aquellos primeros hombres que pisaron la Tierra: incapaz de aprender de sus errores, incapaz de reconocer sus pecados, incapaz de cambiar.

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