Acabó el mes de julio. Y según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género el número de víctimas desde 2003 ascendería a 1.012. Y del total de víctimas en 2019, solo en siete casos constaba denuncia previa. La Corporación Municipal de Talavera de la Reina ha guardado un minuto de silencio en memoria de las ocho víctimas (siete mujeres y un menor) de violencia machista asesinadas durante este mes. La cifra asciende a 35 en lo que va de año y 1.010 desde el 1 de enero de 2003. En el acto realizado hoy se ha hablado sobre la necesidad de una regulación específica que sirva para que la sociedad haga frente a la lacra que supone la violencia de género. Asimismo, se ha comentado la importancia de un cambio de mentalidad que inicia en la educación de los más pequeños, quienes deben aprender y tener clara la igualdad entre hombres y mujeres.
Pie.- Minuto de silencio por las víctimas de julio a la puerta del consistorio talaverano.
Una vez más, el acto no ha contado con representación de la formación política Vox, ya que consideran que se realiza un "uso partidista" de la Ley de violencia de género. El portavoz del grupo municipal de Vox, David Moreno, ya informó a principios de mes que no van a participar en los actos que se organicen contra la violencia "machista". "El acto institucional tiene una pancarta que pone contra la violencia machista, y creemos que violencia es violencia siempre que hay violencia no solo la ejercida por una parte de la sociedad", apuntó Moreno. Desde Vox Talavera recalcan que están en contra y condenan cualquier acto de violencia sea del género que sea. Nuestro Ciego del Berrenchín nos ofrece sus visiones para acabar de una vez por todas con esta lacra, primero en forma de carta (supuesta) y después en dos romances.
Suenan las cifras a espanto:
cuarenta denuncias diarias
de mujeres por maltrato.
Saras, Teresas, Hilarias,
Marías, Juanas y Patros.
Cuarenta hombres cretinos,
que tendrán que ser juzgados
y deben tener sus destinos
en los patios carcelarios.
CARTA A UN MALTRATADOR
Entrañable Ana:
Supongo que estarás al corriente; mujeres muertas anteayer en Málaga y Madrid, ayer en Toledo y ¿hoy en tu propia casa? ¡No! Me resisto y no lo voy a tolerar, por más que te opongas. Y es que anoche “tu Antonio” volvió a hacer de las suyas, porque oí tus gritos y tus suspiros, tus palabras de clemencia... Otra vez se me encogió el estómago. Como cuando los asesinos de Málaga, de Madrid, de Toledo aseguraban que... “lo habían hecho por amor”. ¡Malditos...!
Y es que el mal no está en que cosas malas sucedan, sino en que las veamos suceder y no hagamos nada. ¿Hasta cuándo Ana? Dime, es ¿qué has perdido el miedo a morir, porque lo que de verdad tienes es miedo a vivir? ¡Ya te vale si consideras que lo de anoche fue insignificante, porque no dudes que eso es el preludio de lo trágico! Es más, sabes de sobra que no hay médico para el ciego.
Yo he decidido decir ¡basta! Y no permitir que tu secreto forme parte de tu sangre. Y en cuanto te deje estas líneas por debajo de la puerta iré al cuartel de la Guardia Civil a poner la denuncia que tú no afrontas, porque para nada asumo eso de que “sea lo que Dios quiera”. Espero, y deseo, servirte de puente de esperanza en lo que, intuyo, un mar de desesperación. No estoy dispuesta a seguir amparando a un ser cobarde, cruel y despreciable que, encima, se jacta en la taberna de sus “heroicidades” con frases ante los amigotes como que “ayer tuve que darle a la parienta”. Y me dará lo mismo si “me dejas, luego, con el culo al aire”, querida Ana, porque estimo que ha llegado el momento de que encuentres la luz o pierdas el miedo a la oscuridad; me resisto a verte tan conformista al drama. ¡Deja, por Dios, de amarte a ti misma tan poco!
Ya he decidido, aunque me tiemble el pulso, olvidarme que las “caricias” de tu Antonio pertenecen a vuestra intimidad, porque las miradas asustadas de tus dos hijos, cada vez que hay “tarantán”, también forman parte de aquélla. No Ana, ni un silencio más por mi parte, porque mañana puede que sea ya tarde y prefiero que tus hijos sepan que su padre es un delincuente a tener que recogerles en mi casa mientras se celebra tu entierro. Basta de someternos al pasmoso silencio del miedo. Es hora de aprender de las equivocaciones y no preocuparse del futuro, porque nadie puede herirte sin tu consentimiento.
Te quiero entre nosotros Ana, y te necesito para hacer frente a seres impasibles como tu marido; debemos insuflarnos del valor que lleve a denunciar el maltrato y la vejación. Debemos rebelarnos. Tú, yo, y cualquiera de nosotras –mujeres– para recobrar la dignidad que nos roban los golpes y nos acomoda al drama. Y estaré –estaremos– siempre a tu lado, Ana, para ofrecerte la ternura y la compasión que jamás has tenido, en estos ocho años de matrimonio –o infierno más bien–, con quien –me asegurabas– era tu príncipe de los sueños.
No te queda mucho tiempo, Ana. Tal vez el mismo que espacio a mí en estos folios para poner fin a esa absurda complicidad que a no tardar mucho puede acabar con tu vida, –de la cárcel se sale, de la tumba no– dicen estos inicuos e insensible maltratadores. Cuando termines de leer estas líneas yo estaré denunciando tu injusta situación ante la autoridad. Te ruego no me dejes sola; arrecia en valor y ratifica mis palabras de denuncia para acabar con la desvergüenza de personajes como tu marido. ¡Ayúdame a acabar con la perversión!
Me despido, Ana, porque tengo prisa para acabar con esto y porque intuyo que tu marido puede estar a punto de llegar. Y en esta despedida sólo te dejo un último deseo: “Si tienes un porqué para vivir encontrarás casi siempre el cómo”. ¡No lo olvides!
Mi abrazo, desesperado y temeroso, te ilumine de fuerza y valentía y sepas que nunca, nunca, nunca... estarás sola. Te lo prometo.
Raquel
Julio de 2019
A MI HERMANA
Era invierno, de mañana.
No pude escuchar al gallo
cantar cuando nace el alba.
Ni vino a despertame el sol
como siempre a mi ventana.
Ni en el reloj de la plaza
pude escuchar las campanas.
Esa mañana de invierno,
de bruma prieta y cerrada,
sólo quiso despertarme,
y susurrarme en la almohada,
el chirriar de una sirena
y la luz de una ambulancia.
Icé presto la persiana
y desempañé el cristal
con la manga del pijama,
al objeto de comprobar
qué sucedía en el portal
en el que vive mi hermana.
Apenas si pude seguir
mirando por la ventana,
llorando salió mi madre,
en la camilla mi hermana
y con la Guardia Civil
un miserable, un canalla.
Sonó el timbre de mi casa,
yo me enjugué las lágrimas;
era mi padre maltrecho
el que a mi puerta llamaba.
Apenas si le pude abrir,
pues las piernas me rehilaban,
él se derrumbó sobre mí,
y sólo esta frase soltaba:
“Matataron ya a Mariví
de cobardes puñaladas”.
Fue madrugada en invierno;
No quiso cantar el gallo;
Y no alumbró el sol al alba;
Ni a despertarme vino
el tañer de la campana.
Fue mañanita de infierno,
y la niebla su aliada,
y en la mano de un cretino
una navaja afilada
que fiera buscó destino:
la yugular de mi hermana.
Esa mañana de invierno
no hubo sol en mi ventana;
Se fundió con el silencio,
con el que mueren las damas
que a lo largo de su vida
sufren maltrato y callan.
Esa mañana de invierno
sólo tocó una campana;
Su tañer era de muerte
y era la muerta... mi hermana.
Esa mañana fue al cielo
toda mi ira y mi rabia,
y fue a contarle a mi Señor
que yo no quiero venganza.
Y sí a pedirle a nuestro Dios
que mire por este pueblo
y diga ya al maltratador:
“No debo yo guardar rencor,
mas mantengo la teoría
que se pague con el dolor
tan inmunda fechoría”.
En invierno y fue el destino,
pero rompamos la lanza
denunciando ya al cretino
que os maltrata y amenaza.
Mujeres de todo el mundo,
gritad con fuerza, mil veces:
“que hagan justicia los jueces,
aun siendo Dios el testigo,
dando al maltrato el castigo
que por mezquino merece”.
El Ciego del Berrenchín,
31 de julio de 2019