Conjugar los tiempos verbales en pasado deja un sabor ácido, un extraño regusto de desazón en el fluir de las palabras. Al menos es lo que a mí me está ocurriendo mientras desgrano unas líneas para intentar despedir a un AMIGO, mi amigo ANTONIO. O si así lo prefieren, al MOTORETE, apodo con el que sus vecinos del Barrio de Diego Pérez siempre le conocíamos. Y nunca le hizo ascos al mismo, porque también así fue conocido entre sus compañeros de trabajo de CORREOS en Talavera, donde era el encargado de transmitir alegrías o disgustos con su VESPA amarilla por muchos domicilios de nuestra Ciudad de la Cerámica. Nos dejaba este primer sábado del mes de junio tras no poder superar una penosa enfermedad, que afrontó con entereza hasta su último suspiro. Vivió como le gustó y no hay reproches que valgan.
Conocí a Antonio Ruiz Recuero -Motorete- estando recién casado ambos en el inicio de los años setenta cuando llegamos al barrio. Y nació una entrañable amistad familiar que ha perdurado hasta los tiempos, tanto en los adultos como en nuestros hijos. Y fue Antonio una persona de sonrisa fácil y de humor constante. Alternó su trabajo en Telégrafos con su pasión por la Hostelería, que a modo de hobby inició con una tabernita en la Plaza Eusebio Rubalcaba. Y tanto le gustó el ambiente de amistad que él mismo creó, que tuvo que ampliar el negocio en el Paredes, Pilindrón, Parisien, con la restauración en el Universo del Camino La Cabra... En todos ellos nunca hubo prisas aunque tuviera que madrugar al día siguiente. Y acabó más tarde su recorrer bares en Los Gemelos, ya en el Paseo del Muelle. Y creó escuela, la que hoy regenta su hijo Tonines con La Sixtina como epicentro del barrio.
Se nos ha ido para siempre y aunque añoremos su sonrisa, sus bromas -hasta el último días las mantuvo con sus cuidadores del Hospital- nos quedarán sus recuerdos y la pasión que siempre mantuvo por sus familiares y sus amigos. Sin un mal gesto, sin una mala cara, sin una exigencia. Yo me siento orgulloso de él, seguro que al igual que su esposa Marce, sus hijas Irene y Diana -qué manera de emocionarse y emocionarnos a todos en su reciente boda- y por su puesto su Tonines.
En este ¡hasta luego! Antonio, mi brindis emocionado y sincero. De ahí que me permitan ustedes elevar mi copa al cielo -no hay mejor manera de hacerlo- por todos los buenos momentos compartidos juntos; por las risas y las sonrisas; por los gestos de complicidad y cariño.
Descansa en paz y aguarda paciente la espera para cuando llegue el momento del reecuentro. Hasta entonces mi recuerdo y cariño verdadero hacia los tuyos, que procuraré darles día a día. Y gracias, muchas gracias amigo, por todo lo compartido.
Tu AMIGO: José Sobrino Jiménez