No habrá nombres para no obviar a ninguno. 43 años y 12 días suenan a condena. ¿A que sí? Asi iniciaba yo este viernes 12 mi despedida. Y no, para nada; tañen a alegría y gratitud. Fue el dia más feliz de mi vida entre estas paredes y me siento algo culpable porque no me creo merecer tanto como recibí. Por ese motivo me siento en la obligación de reflejarlo para dejar constancia en la HISTORIA de esta ciudad, de esta institución y en la MEMORIA de mi familia.
Las emociones vividas no se pueden expresar en palabras porque están encriptadas en mi corazón y en mi alma. Y ambos -corazón y alma- os lo habéis dejado el viernes 12 de abril para orgullo de este viejo -irremediablemente ya estoy en el Inserso- pero leal compañero y fiel amigo, mis dos consignas desde que tuve uso de razón. Y acabo como empecé: ¡Gracias, gracias y gracias; siempre habrá un hueco para vosotros en mi corazón!
¡Gracias, gracias y gracias!
Igroso