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CARTA DEL DIRECTOR

La malaparcadora y el niño del cloro, dos ejemplares

Alberto Retana, director de La Voz del Tajo
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Alberto Retana, director de La Voz del Tajo
viernes 22 de febrero de 2019, 10:05h

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Cada vez que escucho a la portavoz del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Talavera, María Rodríguez, espetar por su boca cientos de frases que sólo se cree ella la hilaridad me invade.

Cogió esa costumbre la primera teniente de alcalde hace ya mucho tiempo y, para hacer eso, ‘reprochar a todo bicho viviente su proceder’, lo primero que hay que tener es el expediente limpio. Inicialmente en su quehacer municipal, teniendo en cuenta que dirige la delegación de Urbanismo que sigue siendo un absoluto desastre y uno de las mayores lacras para el desarrollo de esta ciudad, y –después– dar ejemplo a los ciudadanos (como una más) de su comportamiento cívico cumplimiento las normas, por ejemplo, de tráfico.

Pues bien, ni en lo uno ni en lo otro puede presumir de ello Rodríguez Ruiz. Si le apetece podemos hacer una encuesta entre los constructores, empresarios y hasta emprendedores de otras ciudades que han querido invertir sus dineros en Talavera de la Reina para que nos relaten sus experiencias en la ‘maldita delegación de Urbanismo’. Cero patatero. Además, cuando uno habla en público lo que no puede hacer es mentir, eso está muy feo. Cambiar de opinión sí, eso se asume y tan felices. Pero faltar a la verdad no vale.

Pero no queda ahí la cosa. La señora Rodríguez no es un ejemplo para los talaveranos y me explico. La primera teniente de alcalde, a la sazón segunda autoridad de la ciudad, ‘pasa olímpicamente’ del código de tráfico y aparca su vehículo –sistemáticamente– en zona prohibida. Pero no crean que una vez o dos. Según las pruebas con que cuento, durante más de año y medio ha estacionado ilegalmente el coche que utiliza habitualmente (que, además, está identificado por la Ordenanza de Regulación de Aparcamiento) en una zona prohibida. Incluso, la policía local ha llegado a multarle en alguna ocasión y le ha dado igual, ha seguido haciéndolo.

Excelente ejemplo para mostrar a los ciudadanos de Talavera que pagan obligatoriamente sus impuestos, sus multas y demás tributos, sí señora.

De todos modos, si entra en cólera o cree que esta denuncia pública no tiene más que pedirme las pruebas que las mostraré a todos los talaveranos sin ningún tipo de pega.

Cualquiera de nosotros podemos aparcar mal y así nos arriesgamos a ser denunciados por los agentes de movilidad que dependen del intendente, Francisco Quevedo, pero cuando se es autoridad municipal, lo de ejemplar es inherente. Creo que fue en Inglaterra donde un ministro dimitió a causa una multa de tráfico pero –claro– en el Reino Unido ya sabemos que las formas son otras. Quizá lo del ‘cortijo talaverano’ se le haya pegado de alguien cercano.

Si se fijan en el titular de este artículo, no sólo les citaba a ‘la malaparcadora’. Les refería también al ‘niño del cloro’. Y es que hay que tener el cuajo que tiene Santiago Serrano Godoy para seguir aferrado al sillón (incluso como presidente del PP local y vicesecretario del PP regional) después de haber sido ‘pillado con el carrito del helado’. No le resulta ni siquiera sospechoso que sus tíos y su madre hayan estado surtiendo de cloro a las piscinas cuando la Ley prohíbe que eso se pueda permitir. Y lo mejor de todo es que dice “que se ha hecho como siempre”. Efectivamente, como siempre que no era el concejal que es la circunstancia que impide legalmente que se celebre un contrato público o que una empresa venda a una institución pública en la que hay un familiar.

Mientras, hemos descubierto al nuevo ‘influencer’ a este lado del Tajo. Nada más y nada menos que Jaime Ramos, el alcalde. Ha descubierto, imitando a su compañera Riolobos, que Youtube existe. Lo malo es que nadie le cree. Tres frases para él y su caterva: “Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello” (Abraham Lincoln); “Para hacer callar a otro comienza por callarte tú” (Séneca) y “Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla” (Benjamin Franklin). Amén.

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