No siempre es fácil saber si un familiar o un amigo tiene depresión. No basta solo con conocer los síntomas más comunes de esta enfermedad, ya que no suelen aparecer de la misma forma en cada persona. Por ello, es importante conocer todas las señales de alarma que pueden avisarnos de que una persona querida está sufriendo depresión. Algo que, por otro lado, no es nada raro en nuestra sociedad, en España, más de 2,4 millones de personas la padecen.
No obstante, pese al sufrimiento que conlleva, se puede tratar y curar. Aunque es verdad que en ocasiones resulta complicado: tras la depresión aún se esconde un estigma que hace que muchas personas afectadas no sepan cómo pedir ayuda ni cómo enfrentarse a ella. Por ello, para romper las barreras, es esencial conocer mejor esta patología y darle más visibilidad. Con este objetivo, se ha puesto en marcha un movimiento llamado “Dexpresionismo”, una iniciativa basada en el arte para dar voz a todos los afectados. Impulsado por Cruz Roja Española y Laboratorios Servier, pretende utilizar el poder del arte como corriente para expresar los sentimientos y emociones que la depresión les hace o ha hecho vivir.
Una de las claves para comprender mejor esta patología es saber que “no existen dos depresiones iguales”. Así lo asegura José Ramón Pagés, coordinador nacional de la Fundación ANAED (Asistencia Nacional para la Ayuda al Enfermo de Depresión): “Hay un tipo distinto de depresión por cada persona que la padece. Como múltiples pueden ser sus causas y muchos también sus síntomas”.
SÍNTOMAS DE LA DEPRESIÓN
Los síntomas de la depresión se clasifican, fundamentalmente, en cuatro bloques: afectivos, psíquicos, físicos, y cognitivos. Según explica el catedrático en Psiquiatría, Jerónimo Sainz, patrono de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSIQ), “los más comunes son los síntomas afectivos que son, sobre todo, la tristeza, considerada de una forma más profunda y más independiente, hasta cierto punto, de los acontecimientos externos; y la pérdida de ilusión y de placer por las cosas que antes gustaban”.
Por otro lado, están los síntomas psíquicos. Los más comunes son: ansiedad (expresada en ocasiones como irritabilidad o mal humor), inhibición, desesperanza, pesimismo y el análisis negativo de la mayoría de las situaciones que se producen.
Después, están los síntomas físicos. Los más frecuentes son: pérdida de energía, fatiga, insomnio o pérdida de apetito. En algunas ocasiones también pueden aparecer dolores de cabeza o sensaciones de mareo. “Todos estos síntomas físicos hacen que muchas veces la persona los confunda con los de una enfermedad física y acuda buscando una exploración”, apunta Sainz.
Por último están los síntomas cognitivos. Aunque son menos apreciados, dificultan el día a día de las personas. Perjudican el desempeño de algunas de las funciones mentales esenciales para la vida. Los más frecuentes son: perdida de atención y de memoria, falta de concentración y lo que se llama en psicología ‘función ejecutiva’ (la capacidad de organizar, planificar y tomar decisiones)
Una vez conocidos los síntomas, es importante ayudar a esa persona desde la compresión y la empatía. Dos de las cosas más importante que tenemos que tener en cuenta para que esta ayuda sea eficaz es no juzgarla nunca y tener mucha, mucha paciencia.
La depresión, explica Pagés, es una enfermedad que “no comprende ni el que la padece”, por ello “lo mejor para ayudar es poner la mente en blanco y escuchar. Acompañar a esa persona para que se sienta cómoda y pueda desahogarse. Hay que hacerle ver que es una enfermedad más, tan importante como las demás y que por ello hay que acudir al especialista”, añade.
Por último, es imprescindible ayudar a que esa persona cumpla (a rajatabla) con la medicación o con la terapia psicológica que siga. “Igual que cualquier otra enfermedad, para curarse es fundamental seguir el tratamiento. Si no se siguen las pautas jamás resolveremos el problema. Es importante acompañarle para evitar el abandono”, concluye Pagés.