Se nota enseguida. La mala gente se ve venir, porque todos nos equivocamos y ninguno es perfecto, pero la mala fe se ve a la legua.
No es mi costumbre diagnosticar sobre nadie a nivel personal pero hay ocasiones en que la flagrante situación que se contempla hace saltar al más sereno de los humanos.
Los lectores que ocupan su tiempo en estas líneas, semana a semana, saben a ciencia cierta que mi único objetivo a la hora de interpretar la realidad es aportar mi visión de las cosas en busca de una solución que beneficie al colectivo que formamos, en este caso lo más cercano.
Pero siempre he podido intuir que el componente de ‘mala gente’ existe y, desgraciadamente, seguirá existiendo pese a que les identifiquemos y luchemos contra sus maldades.
Esa gente suele vestirse de holgazanería, malas artes, revanchismo y, a veces, les funciona pero –a la larga– terminan pagando sus pecados de la forma más dolorosa.
Por eso les invito a que se zafen de malas compañías que sólo buscan el propio beneficio embaucando con cantos de sirena que únicamente les proporcionarán réditos injustos. Habrá tiempo de dar detalles pero, por ahora... al César lo que es del César.