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CARTA DEL DIRECTOR | Calígula de Talavera

viernes 15 de junio de 2018, 11:04h

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Nunca está de más revisar los libros de Historia para poder aplicar las enseñanzas que el pasado nos ofrece de cara a evitar los errores del presente. Así, estos días releía la biografía de Cayo Julio César Augusto Germánico, más conocido como Calígula, y me asaltaba la sorpresa al redescubrir que el dirigente romano, a pesar de que una serie de errores en su administración habían derivado en una crisis económica y en una hambruna, emprendió un conjunto de reformas públicas y urbanísticas que acabaron por vaciar el tesoro. Acuciado por las deudas, puso en marcha una serie de medidas desesperadas para restablecer las finanzas imperiales, entre las que destacó la de pedir dinero a todo el mundo.

Pero, además, dio muestras del valor de su amistad con la concesión de los territorios de Batanea y Traconítide a su amigo Herodes Agripa, y de su megalomanía al ordenar que se erigiera una estatua en su honor en el Templo de Jerusalén; mientras tanto en Occidente las dio de su demencia al pedir a su ejército que en vez de atacar a las tribus britanas se pusiera a recoger conchas, el tributo que según él esas aguas le debían a la Colina Capitolina y al Monte Palatino.

Aunque la fiabilidad de las fuentes históricas es difícil de evaluar, de acuerdo con lo que se conoce a ciencia cierta acerca de su reinado, trabajó incansablemente a fin de aumentar la autoridad del princeps; teniendo que hacer frente a varias conspiraciones surgidas con el objeto de derrocarle y luchando a fin de reducir la influencia del Senado, aplastando la oposición que este órgano legislativo continuaba ejerciendo. Se convirtió en el primer emperador en presentarse ante el pueblo como un dios.

En el año 40, Calígula comenzó a realizar sus apariciones públicas vestido de dios y semidiós, como Hércules, Mercurio, Venus y Apolo. Se refería a sí mismo como un dios cuando comparecía ante los senadores, y en ocasiones aparecía en los documentos públicos con el nombre de Júpiter. Se erigió tres templos a sí mismo; dos en Roma y uno en Mileto, en la provincia de Asia.
Pero no contento con ello, probablemente la historia más famosa es la que cuenta que el emperador quiso nombrar a su caballo, Incitato, cónsul y sacerdote.

Ante esta lectura, siempre apasionante de la Historia, uno empieza a hilar lo que ocurre por estas tierras castellanas que nos ha tocado en suerte habitar y piensa... culto a la personalidad, ego desmesurado, monumentos con la imagen del gobernante... cualquier día nos sorprendemos y amanecemos con la estatua de una vespa en cualquier rotonda de Talavera.

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