Salvador Aldeguer
Brujas urbanas
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
En pleno siglo XXI me resulta ridículo tener que escribir sobre personajes estrafalarios y molestos como chinches de colchón barato de hostal portuario, pero llega un momento en el que uno se harta de tonterías y decide intentar poner cierto orden en la manía de algunas personas en ganarse un euro a costa de la ingenuidad del prójimo.
Yo soy de los que sueltan alguna moneda a los músicos callejeros (jamás a los pesados de la tuna), en la mayoría de las ocasiones lo hago por solidaridad y porque me parece bonito que alguien combata el rugir de la ciudad a golpe de partitura, aunque también confieso que en alguna que otra ocasión, sentado en una terraza, doy la moneda con la ansiada esperanza de que me dejen disfrutar de la consumición y una distendida charla sin los amenazantes compases de Paquito el Chocolatero. En definitiva, creo entender y disfrutar de el arte urbano, estatuas humanas, malabaristas en los pasos de cebra, caricaturistas, y poetas de la bohemia, pero a lo que me resisto es al uso indiscriminado del mal fario. Uno va por la calle, con sus problemas y preocupaciones; con sus pensamientos y sus reflexiones; con la hora pegada a los talones y las prisas sonando en el teléfono móvil, cuando a paso cambiado y con el semáforo del instinto en ámbar, te ves asaltado por un comando de brujas urbanas: las gitanas de la ramita. Suelen tomar al asalto lugares concurridos y se dispersan caminando con aires de pingüino despistado, mientras buscan entre los peatones sus victimas propiciatorias. Son señoras veteranas que siguen creyendo que la menopausia es un botón del dvd; mujeres que se han pasado al lado oscuro a golpe de sospechosas tradiciones y de una cultura étnica que basa sus parámetros y dictados en los rancios efluvios del medioevo. Visten de negro y púrpura o de negro y granate sucio; te clavan su mirada de llama de bidón de descampado mientras menean una ramita amenazante que corta el aire y el tufo a cocido revenido que dejan a su paso. Van a tu encuentro y cómo no accedas a que te hagan un diagnóstico virtual sobre tu futuro, sacándote los euros a cambio de predicciones menos creíbles que un dueto de Mourinho y Doris Day, te sueltan el dardo envenenado, entre dientes y bajando el tono hasta el nivel de ‘Luke, soy tu padre’, deseándote la mala ruina y todo un abanico de desastres, sólo comparable a un sumario informativo de Pedro Piqueras. La incultura y la mala leche nunca serán una alternativa a la crisis. La vida y sus acontecimientos son infinitamente más importantes que las patochadas de estas brujas urbanas, aprendices folclóricas de demonio atravesado. Por mí, pueden meterse la ramita de marras por dónde les quepa, y sus deseos de mal fario en la próstata de su patriarca más cercano.
Manzana – S.
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Monkey Business.
El necio sólo dice necedades.
(Eurípides de Salamina).