Manuel del Rosal
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
“Nuestro poder científico ha sobrepasado nuestro poder espiritual. Hoy tenemos misiles dirigidos y hombres desviados”. Martín Luther King
En los siglos en los que en Europa los cereales eran la base de la alimentación, en la época de sequías las hambrunas la asolaban. Antoine Parmentier luchó toda su vida para implantar y popularizar en Europa la patata, ese precioso y preciado tubérculo. La patata ha salvado millones de vidas, la patata ha evitado hambrunas, la patata nos permite preparar platos baratos con los que alimentarnos. Antoine Parmentier tiene una estatua en Francia en la que se le representa entregando una patata a un hombre. Parmentier, en su obstinación de implantar y popularizar el consumo de la patata, salvó millones de vidas. Francia lo homenajea todos los días con las recetas que llevan su nombre “a la Parmentier” Creo que podemos decir que Antoine Parmentier no cambió el mundo, pero lo hizo un poco mejor. Al igual que Parmentier, muchos otros en diferentes disciplinas han hecho el mundo un poco mejor para los seres humanos al mejorar su salud, sus trabajos, sus viviendas, sus vidas en general.
Lo confieso, no tengo móvil, no tengo ordenador – el que utilizo sólo para escribir y enviar es de mi mujer – no se lo que es un blackberry, ni un tablet, ni un iMac, ni un iPod, ni un iPad, leo los libros en papel, los teclados táctiles me producen alergia y odio las redes sociales que, al contrario de lo que se cree, están aislando al hombre. Dicho lo cual he de admitir que soy un troglodita y el menos indicado para decir lo que voy a decir: No entiendo eso de que Steve Jobs cambió el mundo. Este señor, cofundador de Apple ha muerto. Su muerte ha sido acogida en todo el mundo y se comprende dado la magnitud de su producción informática y tecnológica. Este gurú de la tecnología, genio del marketing, revolucionario de lo digital y la electrónica ha hecho de la manzana un gigante empresarial; pero de eso a decir que ha cambiado el mundo, va un abismo; ni el mismo Jesucristo pudo cambiarlo. El mundo, por desgracia, sigue igual. Las hambrunas, las muertes, las injusticias, las corrupciones, la explotación del hombre por el hombre, la esclavitud, las miserias físicas y morales, las guerras desgraciadamente continúan. Para cambiar el mundo se ha de cambiar al hombre y, por supuesto, a las mujeres; mientras los seres humanos seamos como somos, nada cambiará. No porque una pantallita de cristal líquido me permita entrar en Internet o ver mi partido de fútbol o escuchar cuanta música desee, el mundo va a cambiar. Sin embargo, no cabe duda que algunos hombres y mujeres han aportado con sus investigaciones y sus descubrimientos mejoras a la humanidad, pero mejoras en sus vidas, en su alimentación en su salud, en su vivienda en aquello que realmente forma parte de la vida pura y sencilla del ser humano. Un ejemplo: Sir Alexander Fleming descubrió la penicilina y a partir de ahí los antibióticos han evitado millones de enfermedades, sufrimientos y muertes. . No voy a discutir la importancia de lo que Steve Jobs ha creado, pero desde mi punto de vista, creo que Parmentier con sus patatas ha hecho más por el mundo que Steve Jobs con todos sus aparatitos digitales. Ninguno de los dos cambió el mundo, pero Parmentier; al menos, evitó que la gente muriera de hambre. Yo prefiero morder una buena patata asada que una manzana electrónica. Ya sabemos lo que pasó cuando Eva mordió y dio a morder al tonto de Adán aquella manzana del Génesis.; todavía lo estamos pagando.
Carecen de amor, y un egoísmo enfermizo y patológico las domina; no puede ser de otra forma, porque si amaran no privarían de la vida – salvo casos excepcionales - al ser que llevan en sus entrañas. El egoísmo es de tal magnitud que priorizan la comodidad y el evitar la responsabilidad a tener el hijo. Son cobardes además porque temen a la misma vida. Ya lo dijo Bertrand Russell: “Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos”.