Javier Fernández
miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h
No es ni medio normal que hayamos pasado el ecuador del mes de noviembre, con un mes de otoño ya superado, y que los termómetros sigan rebansando los 30 grados de temperatura.
Cuando veo que el mercurio sube hasta cifras que alcanza la fiebre de las personas cuando están enfermas es síntoma de verano, buen tiempo, vacaciones, terrazas, playita, pero estoy algo desconcertado por ver como el invierno se resiste a ir instalándose. El ciclo habitual es que en otoño se caígan las hojas de los árboles, muchos animales se alejen para hibernar y los ciudadanos de a pie guardemos chanclas y pantalones cortos en el armario hasta dentro de más de medio año. Sin embargo, estamos ataviados con prendas propias de dar la bienvenida al buen tiempo. Yo si que tengo gana de volver a la rutina del invierno cuando todos estamos más centrados en un horario y nos volvemos más hogareños. Lejos de eso seguimos llenando las terrazas y no perdemos la oportunidad de tomar una cañita después del duro trabajo antes de regresar a casa. La verdad que las plegarias y los ruegos de los hosteleros, ante la importante disminución del negocio por la crisis y la Ley Antitabaco, han debido ser escuchadas por su patrona Santa Marta y ahora les está devolviendo la de cal alergando el buen temporal tan apto para disfrutar con amigos en plena calle. Como en las últimas semanas todo gira en torno a la próxima cita electoral, subidas y bajadas en la bolsa, fusiones en los mercados financieros y, como no, la erupción submarina de el volcán del Hierro que sigue extendiendo su magma como la pólvora; quiza el frío se hará esperar hasta que el temporal informativo también se apacigue y los ciudadanos vuelvan a sus casas para disfrutar de una buena cena, el calorcito de sus chimeneas y el deseo de que el nuevo Gobierno corte la crisis por lo sano.