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Javier Fernández

Menos Artur

Menos Artur

miércoles 23 de abril de 2014, 10:51h

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Estaba yo debantiéndome si escribir sobre un adelanto de las elecciones o sobre el architema de la Alta Velocidad cuando apareció el señor Mas en el debate, que se celebró en el Parlamento catalán, soltando improperios y generando una guerra interautonómica contra el ‘deje’ de andaluces y gallegos.
El presidente de la Generalidad catalana debe dormir muy bien todas las noches para ser capaz de lanzar tales afirmaciones y quedarse tan ancho a sabiendas de que levantarán ampollas y provocará muchas heridas en el orgullo de las raíces lingüísticas. Estoy seguro del que propio ‘Arturito’ era consciente de lo que estaba diciendo y lo utilizó como un dardo envenado a una gran mayoría de españoles que se sienten sevillanos, malagueños o gallegos, y que tienen arraigada su cultura, además de sentir un sentimiento patriótico nacional. Pero nada más lejos de la realidad y no voy a caer en un mero populismo al defender a todos aquellos a quienes han ido dirigidos esos insultos, ya que para ellos es todo un honor que se les reconozca por una entonación determinada. Yo mismo, y muchos que vivimos en la comarca de Talavera, tendemos a no pronunciar eses finales o a acortar los participios. Para mí no es fruto de ‘garrulería’ o incultura, simplemente es la influencia de nuestra vecina Extremadura y su particular acento. Siempre he admirado a Cataluña como una región rica en cultura, como modelo de modernidad, como símbolo en España de vanguardismo y de una economía próspera; por eso no creo que como dice Mas su Gobierno represente a cuatro provincias tan variopintas. De hecho, existe un parlamento con decenas de escaños que representan a ciudadanos que se sienten muy lejos de su férreo y absolutista nacionalismo. Este verano en Conil he sido testigo del salero y desparpajo del acento gaditano.
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