La aventura es la aventura.
Cuando analicé el problema del EI (estado Islámico), dejé bien claro que una de las mayores motivaciones que experimentaban los jóvenes de ambos sexos para enrolarse en sus filas es el de un simple, “Ánimo de Aventura”. Y que esta les arrastraba a situaciones a las que no habían acudido ni por estudios, ni ideologías, y menos aún por análisis racionales de responsabilidad social. Lo mismo se puede decir de cualquier terrorista. En este caso ese deseo de aventura también mueve a varios políticos y votantes Británicos.
En el artículo anterior se habló del cambio de ciclo. El que viene ahora es para superar el tedio de estas cinco décadas en las que, fuera del futbol y las olimpiadas, no ocurre nada excitante. Ya tenemos comida, las escuelas son gratuitas, si te pones malo, incluso por drogarte a tope, alguien te cura…Gratis, y aunque hay desempleo, nadie deja de comer carne varias veces a la semana, y de viajar por el largo y ancho mundo.
Ahora se desea aventura, viene una de…”A ver qué pasa”. Este sentimiento está perfectamente descrito por muchos autores. Recuerdo ahora el libro de, El mundo de ayer, de Stefan Zweig, cuando describe como los inconscientes jóvenes austríacos acudían sonriendo, y a manadas, a ser masacrados en la primera guerra mundial. También en la película Cold Mountain, escenifica como arrojaban al aire sus sombreros llenos de júbilo porque ya tenía su guerra y podían correr grandes aventuras en ella. Por desgracia luego veíamos como los Cuervos-Hombres les esperaban al volver desertando hartos de tanta destrucción y tanto dolor, y los masacraban sin piedad alguna. Incluso los torturadores actuaban con placer y sonrisas. No reparaban ni en torturar a las madres viejas si los protegían. No dudaban en arrasar con todo lo que podemos creer que es digno y bueno.
Pero no me hace falta –quizá por ello escribo, y escribo así- recurrir a ningún otro autor, lo he experimentado hondamente en mis propias carnes. Aún recuerdo en mi memoria la foto central de la propaganda que mi hermano mayor me dio en Barcelona, en Septiembre del 75, obtenida del Gobierno militar. En ella se veía claramente a un joven alegre saliendo alborozado de un avión, con su paracaídas medio abriéndose y un cartel debajo en exclamación ¡Salta con nosotros! Aquel chaval leonés de 18 años cumplidos en julio de ese año, con toda su ingenuidad –y ganas de aventuras- no indagó más, se preparó y decidió acudir voluntario. El 21 de Octubre entraba, junto con Alfonso Casino Fernández –al que desde aquí envío un abrazo- por la barra de entrada al cuartel del B.I.P en Javalí Nuevo, Murcia. La primera impresión ya cambió nuestro semblante juvenil y atolondrado, al ver al guardia del llamado “Buque”. Ambos –luego lo comentamos- experimentamos una sensación de choque, de cierta…Brutalidad. El soldado que hacía guardia en aquella posición, estaba subido a lo que parecía la quilla de un buque de guerra, la escalera subía hasta lo alto y él instalaba su cuerpo firme entre la punta de dicha quilla y el mástil de la bandera de España detrás, en una posición inamovible, repito, absolutamente inamovible. En ella debía permanecer dos horas. Sí, Si, dos horas. El único movimiento permitido era subir el brazo izquierdo para saludar a la romana cuando venía algún visitante al que anunciaba con una simple voz ¡Cabo Guardia!. En su cuerpo no podía moverse otro músculo. Lo experimente meses después varias veces. Cuando te relevan tu cuerpo ha quedado anquilosado, rígido, no te puedes mover y tienes que intentar arrastrar los pies como una muñeca de famosa. Pero… La Aventura… Es la Aventura.
Metidos en aquel ambiente, a finales de Diciembre del 75, estando abajo, en Alcantarilla, en la escuela de paracaidismo, se me acercó a la mesa que yo ocupaba en la cantina mi compañero de armas, Javier Balañá Henarejos –un fuerte abrazo, amigo, donde quiera que estés-, alto, muy bien parecido, 19 años, Toda su ilusión entonces era pertenecer a la “Compañía Caza Carros de ONU –Él no sabía que solo son soldados nacionales cedidos, creía que eran de la propia ONU- y me espetó, haciendo gestos hacia la noticia que estaban dando por televisión, ¡Carlos, hay que ver cómo nos han jodido la vida!.-Así me parece, que ganas teníamos. Contesté. Y prosiguió él.- ¡Con la ilusión que me hacía matar moros!. .-Ya ves, pues ahora ya no podemos ir, concluí. Todo esto era porque la Marcha Verde acababa de ser parada.
Pobres ingenuos, Que ilusión nos hacía ir allí. Nos estaban preparando para ello. Como si los marroquís no supieran disparar. No éramos conscientes de que también nosotros, y miles de los nuestros caeríamos de forma atroz. No nos dábamos cuenta de nada. Eso sí, éramos unos críos de 18-9 años. Bueno, tampoco parecen ser conscientes los Generales de 60 llenos de experiencia. ¿O es que en el desastre de Annual no nos llevaron a la muerte, y en el Somme, y Marne, y en Verdún?. A claro… La Aventura… Es la aventura.
Ahora vemos como los políticos británicos, con el único fin de desarrollar sus carreras políticas y de ver mañana por televisión –para sentir emociones- como miles de sus compatriotas son despedazados por la artillería, promueven la discordia, la desunión. Ellos le llaman la “Autoafirmación de lo propio”. “Los privilegios de los diferentes”. “El hacer las cosas a nuestra manera”, y llegado el momento…Caiga quien caiga.
La llamada es a una nueva aventura. Aventura de desunión. De enfrentamientos. De discordias. En las que los ánimos se van caldeando y donde esos mismos politicastros, mañana dirán que “debemos defendernos”, “luchar por nuestros recursos”, “defender lo nuestro”… Y… La guerra está servida.
Claro que… La Aventura… Es la Aventura.